Novena a San Pedro Apóstol
NOVENA AL PRÍNCIPE DE LOS APÓSTOLES, SAN PEDRO
Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
℣. Dios mio, atended por vuestra infinita bondad a mi socorro:
℟. Señor, ayudadme prontamente con los auxilios de vuestra gracia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.
Santo, Santo, Santo, Dios y Señor de los Ejércitos: los cielos y la tierra están llenos de la majestad de tu gloria.
*Oración Inicial para todos los días*
Oh glorioso San Pedro, Príncipe de los Apóstoles y de la Iglesia Católica: por aquella obediencia con la primera llamada dejaste cuanto tenías en el mundo para seguir a Cristo; por aquella fe con que creíste y confesaste por Hijo de Dios a tu Maestro; por aquella humildad con que, viéndole a tus pies, rehusaste que te los lavase; por aquellas lágrimas con que amargamente lloraste tus negaciones; por aquella vigilancia con que cuidaste como pastor universal del rebaño que se te había encomendado; finalmente, por aquella imponderable fortaleza con que diste por tu Redentor la vida crucificado, te suplico, Apóstol glorioso, por tu actual sucesor el Vicario de Cristo. Alcánzame que imite del Señor esas virtudes tuyas con la victoria de todas mis pasiones; y concédeme especialmente el don del arrepentimiento para que, purificado de toda culpa, goce de tu amable compañía en la gloria. Amén.
_(Cada uno en silencio hace su petición)_
_(Cada uno en silencio hace su petición)_
DÍA OCTAVO - 27 DE JUNIO
CONSIDERACIÓN: PACIENCIA DEL SANTO APÓSTOL.
Considera que la paciencia es aquella virtud con que sufrimos animosamente los trabajos sin la turbación o tristeza demasiada en lo interior del alma, y sin caer en alguna acción indecorosa. De esta importante virtud nos dejó San Pedro tantos ejemplos, cuantos fueron los trabajos de su vida apostólica, portándose en ella, como fino Ministro de Dios, con grande paciencia en las tribulaciones, en las necesidades, en las angustias, en las llagas, en las cárceles, en las persecuciones, en las vigilias, y en fin, en toda aquella multitud de semejantes penalidades que enumera San Pablo a los de Corinto (Epístola II, cap. VI). Hallábase el esforzado Apóstol predicando en Jerusalén con Divina elocuencia el nombre de nuestro Señor, creciendo el número de los fieles a la eficacia de su predicación y repetidas maravillas, cuando los Magistrados de los Judíos le mandan prender y azotar cruelísimamente. Tan lejos estuvo de perder la paciencia y entristecerse con tanta deshonra, dice el sagrado texto, que iba lleno de gozo, viéndose digno de padecer esta afrenta por su amado divino Maestro (Hechos de los Apóstoles, cap. V, 41). Remuévese la persecución contra los Cristianos en Jerusalén, y Herodes Agripa le manda aprisionar cruelmente, entregarle a la custodia de diez y seis soldados, que remudándose le guardaban estrechamente. San Pedro estaba aprisionado con dos cadenas, y cercado de aquellos trabajos que se dejan discurrir de quien se hallaba en vísperas de salir al suplicio, ¿por ventura se contrista, desmaya, se aflige el santo Apóstol en medio de tantos males, y del peligro que por instantes le amenaza? Nada menos: porque la misma noche del día en que habia de ser ajusticiado, dormía con sueño tan tranquilo, y como carece de todo cuidado, que fue como necesario al Ángel del Señor agitarle para que despertase, para ponerle en libertad, porque así convenía para bien de la Iglesia (Hechos de los Apóstoles, cap. XII, 6). Finalmente después de una vida llena de santidad y de portentosos milagros: después de haber desempeñado las obligaciones de Vicario de Cristo, Señor nuestro, con tanta gloria de su santísimo nombre, llegó la hora de su preciosa muerte que el Divino Maestro le había advertido (Juan XXI): y estando en Roma, imperando el cruelísimo Nerón, fue arrestado a la cárcel de Mamertino, donde estuvo padeciendo ocho o nueve meses, mas la paciencia del príncipe de los Apóstoles florecía como la palma: y como la caridad perfecta no sabe de temores, ni los conoce, sufrió con alegria el martirio, y dio la vida por el Señor, que por él habia muerto en el santo árbol de la Cruz. Tan admirables frutos de paciencia produce el Divino Amor.
¿Qué dirémos nosotros de nuestra paciencia? Si la conocemos, ¿podremos asegurarnos de que la ejercitamos? ¿Por qué no nos contristamos, afligimos o iracundamos? ¿Qué hay que nos contenga a ensoberbecernos? Consideremos cristianamente, que ni adelantaremos un paso en la virtud, ni entraremos en los Cielos, sin armarnos con el escudo de la paciencia, porque en ella (Lucas XXI, 19) poseeremos nuestras almas: suframos con alegría, y toleremos a lo ménos con verdadera sumisión los trabajos que el Señor nos envíe, seguros que no ascenderán a más de lo que podemos tolerar.
ORACIÓN
¡Oh Cordero inmaculado!, que por vuestro infinito amor padecisteis tan cruel y afrentosa muerte, por redimirnos del pecado, siendo tanta vuestra divina paciencia; que en toda vuestra sacrosanta Pasión no desplegasteis vuestros soberanos labios; para enseñarnos a imitarla en los trabajos que podemos padecer, según Vos ordeneis: vemos llenos de júbilo y admiración, cuán fina y fielmente siguió vuestras huellas nuestro santo Apóstol. Concedednos, Señor, por sus méritos, auxilios de vuestra gracia para poseer verdadera paciencia, para sufrir animosamente y con alegria las muchas tribulaciones de esta vida, por las que hemos de pasar para llegar a vuestra gloria.
Con vuestro favor, Señor, buscaré, amaré y me abrazaré con la paciencia cristiana, porque ya a buena luz conozco que con su ejercicio se asciende a la posesión felicísima del paraíso, y toco cuán afortunado es aun en esta vida el que la practica debidamente. Veo claramente, que con la paciencia en los trabajos se purifica el alma de pecados e imperfecciones: se aumenta el vigor del espíritu para resistir a las tentaciones: se satisface a Dios por los pecados cometidos: y al fin, la paciencia hace al hombre participante, Señor, de vuestra Cruz, lo que es señal (In patiéntia vestra, Lucas XXI, 19) de predestinación a la gloria (II Timoteo, II, 12), y es feliz en esta vida porque llega a poseer la tierra, según el Santo Evangelio. ¿Cómo lograrán este beneficio los hombres inquietos, iracundos, soberbios y violentos, que son a todos objeto de odio, corrompedores de la paz, de la unión y confraternidad?
¡Oh! Príncipe de la Paz, Salvador Divino, libradme por vuestro Pedro de este veneno que derrama la infernal serpiente. Dignaos Señor, de pacificar la turbulencia de nuestros desordenados apetitos: y por aquella inalterable paciencia y celestial constancia que tuvo vuestra Santísima Madre, y nuestra, viéndoos pendiente en la Santa Cruz, os pido nos des gracia a todos para llevar con paciencia los trabajos de esta vida, para que merezcamos la eterna. Amén.
Ahora se reza tres veces el Padre nuestro.
*Oración Final para todos los días*
Señor Jesús, que has elegido a San Pedro mientras pescaba en el lago. Él confió en Ti, Señor, y tú lo colmaste de la verdadera alegría. Lo pusiste como roca para edificar tu Iglesia, fuerte en la Caridad, y lo sostuviste con tu oración, para poder confirmarnos en la fe. Secaste sus amargas lágrimas para que su negación no se convirtiera en desesperación sino en confianza más cierta y más grande esperanza. Él pudo contemplar tu rostro transfigurado en el Tabor, y sufrir cerca tuyo en Getsemaní. Bendice, Señor, nuestros sacerdotes, asiste a todos los feligreses, conforta a nuestros enfermos, mantiene unida nuestra parroquia, y danos una fe firme en la oración mutua, con lágrimas de amor a Ti y de arrepentimiento, para borrar nuestros pecados y alegramos de tu Palabra, luz que brilla en las tinieblas, hasta que él mismo, nuestro patrono aquí en la tierra, nos abra las puertas en el cielo. Amén.
*Letanías de San Pedro*
San Pedro, que has proclamado a Cristo, _ruega por nosotros._
San Pedro, que has seguido a Cristo,
San Pedro, que has escuchado a Cristo,
San Pedro, que has despertado a Cristo,
San Pedro, que has imitado a Cristo,
San Pedro, que has suplicado a Cristo,
San Pedro, que has defendido a Cristo,
San Pedro, que has negado a Cristo,
San Pedro, que has llorado a Cristo,
San Pedro, que has recuperado a Cristo,
San Pedro, que has amado a Cristo más que todos,
San Pedro, profeta del Reino,
San Pedro, que has seguido a Cristo,
San Pedro, que has escuchado a Cristo,
San Pedro, que has despertado a Cristo,
San Pedro, que has imitado a Cristo,
San Pedro, que has suplicado a Cristo,
San Pedro, que has defendido a Cristo,
San Pedro, que has negado a Cristo,
San Pedro, que has llorado a Cristo,
San Pedro, que has recuperado a Cristo,
San Pedro, que has amado a Cristo más que todos,
San Pedro, profeta del Reino,
GOZOS EN HONOR A SAN PEDRO
Piedra sois fundamental
De la Iglesia militante:
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
En Betsaida habéis nacido
De unos pobres pescadores,
Y ocupado en sus labores,
Pasáis sin ser conocido;
Mas aquí mismo elegido
Sois Apóstol almirante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
Ocupado en el pescar
Os llama al apostolado
El que Dios ya humanado
Al mundo vino a salvar,
Y vos sin más aguardar
Obedecéis al instante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
Cuando a Jesús confesais
Hijo de Dios verdadero;
Él os declara portero
Con las llaves, que aceptáis.
Así, Cefas, os mostrais
Con poder de gobernante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
Sobre las aguas del mar
Caminais vos muy constante;
Cuando al punto vacilante
Peligrais de naufragar:
Mas Jesus hizo surcar
Al que estaba naufragante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
Cuando en el monte Tabor
Se transfigura Jesús,
Testigo sois de la luz
Y celestial resplandor:
Y en la agonía el sudor
Divisáis en su semblante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
Si a la voz de una criada
Vuestro Maestro negáis,
A la del gallo llorais
Vuestra culpa inopinada,
Así que con su mirada
Jesús os traspasa amante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
Movido de las Marías
Al sepulcro corréis presto;
Y notais en aquel puesto
Cumplidas las profecías,
Pues al cabo de tres días
Sale Jesús triunfante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
En Galilea adoráis
A Jesús resucitado;
Y tres veces preguntado,
La respuesta es: que le amáis.
Por eso pastor quedáis
De su rebaño garante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
Cuando el Espíritu Santo
Baja dándoos sus dones;
Pasman todas las naciones
Al ver un milagro tanto:
Disipais vos el encanto
Con Joel vaticinante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
Con vuestro primer sermón
Más de tres mil se convierten:
Y los Judíos advierten
La obra de la Redención,
Siendo tal vuestro tesón
Sin desistir un instante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
En la cárcel os tenía
Herodes rey inhumano;
Mas os toma de la mano
El Ángel de Dios, y guía:
Descubriendo vos al día
Al Ángel que os va delante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
Primero en Antioquía
Vuestra cátedra sentais,
Y a Roma la trasladáis
Para ser el norte y guía
Donde persevera al día
En la misma fe constante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
Dais fin al apostolado
Enclavado en una cruz
Diferente de Jesús,
Pies arriba levantado:
Así mártir coronado,
Vuestra palma es más brillante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
Así la Iglesia romana
Por su venturosa suerte
Es el baluarte y fuerte
De la verdad cristiana:
Pues que siendo vaticana
Es piedra la más chocante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
Pescador héroe inmortal,
De Pontífices atlante,
Librad a la fluctuante
Del error heretical.
℣. Tú eres Pedro.
℟. Y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia.
ORACIÓN
Oh Dios, que acordaste a tu bienaventurado Apóstol San Pedro el poder de atar y desatar, concédenos, por su intercesión, ser libertados de las cadenas de nuestras culpas. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
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