Novena a San Pedro Apóstol
NOVENA AL PRÍNCIPE DE LOS APÓSTOLES, SAN PEDRO
Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
℣. Dios mio, atended por vuestra infinita bondad a mi socorro:
℟. Señor, ayudadme prontamente con los auxilios de vuestra gracia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.
Santo, Santo, Santo, Dios y Señor de los Ejércitos: los cielos y la tierra están llenos de la majestad de tu gloria.
*Oración Inicial para todos los días*
Oh glorioso San Pedro, Príncipe de los Apóstoles y de la Iglesia Católica: por aquella obediencia con la primera llamada dejaste cuanto tenías en el mundo para seguir a Cristo; por aquella fe con que creíste y confesaste por Hijo de Dios a tu Maestro; por aquella humildad con que, viéndole a tus pies, rehusaste que te los lavase; por aquellas lágrimas con que amargamente lloraste tus negaciones; por aquella vigilancia con que cuidaste como pastor universal del rebaño que se te había encomendado; finalmente, por aquella imponderable fortaleza con que diste por tu Redentor la vida crucificado, te suplico, Apóstol glorioso, por tu actual sucesor el Vicario de Cristo. Alcánzame que imite del Señor esas virtudes tuyas con la victoria de todas mis pasiones; y concédeme especialmente el don del arrepentimiento para que, purificado de toda culpa, goce de tu amable compañía en la gloria. Amén.
_(Cada uno en silencio hace su petición)_
_(Cada uno en silencio hace su petición)_
DÍA SÉPTIMO - 26 DE JUNIO
CONSIDERACIÓN: SAGRADO CELO DE SAN PEDRO.
Considera que el verdadero y santo celo viene a ser un deseo ardiente de dilatar la gloria de Dios, y de mirar por la salud eterna de nuestro prójimo, oponiéndonos con fortaleza constante a cuanto sea contrario a estas dos cosas. Y siendo el sagrado celo el primer fruto que produce la caridad, ¿quién será capaz de ponderar dignamente las vivas llamas de celo que ardían en el corazón del más fino amante de Jesucristo? Toda la vida del príncipe de los Apóstoles estuvo empleada en dilatar la gloria de Dios, en dar a conocer y amar al Salvador del mundo, extendiendo su reino, y haciéndole triunfar de sus enemigos en todo el mundo. La fundación de la iglesia en Antioquía: la predicación del Evangelio por el Ponto, por Galacia, por Capadocia, por Asia, por Bitinia, en Jerusalén, y en casi todo Judea: el haber plantado el estandarte de la Cruz en la misma Roma, fijando en ella su cátedra Pontifical, para que, como se explica San León (Sermón I de San Pedro y San Pablo), desde la ciudad que era cabeza del mundo se difundiesen con facilidad las luces del Evangelio por todas las partes del Universo. ¿Qué otra cosa era todo esto, sino un efecto del ardentísimo celo de la gloria de Dios, y exaltación del santísimo nombre de Cristo? Este ardiente celo sobresalía en su predicación: y la afluencia de la gracia, y fuerza de la verdad fue tan poderosa en San Pedro, que en el primer Sermón convirtió cerca de tres mil almas, y en el segundo cinco mil varones, como consta de los Hechos de los Apóstoles (Cap. IV, ver Calmet). Así se aumentó la Iglesia en poquísimos dias, ¿Cuántos peces cogería después San Pedro, a quien el Señor había hecho pescador de los hombres? ¿Cuántas conversiones de pecadores en más de veinte y cuatro años que gobernó la nave de la santa Iglesia con aquella celestial y admirable sabiduría, que se deja ver en sus dos epístolas canónicas, y en la historia de los Hechos Apostólicos?
A presencia de lo que hemos entendido, procuremos, cuanto podamos, imitar el ardiente celo de nuestro Santísimo Abogado, y no nos pase por la imaginación que semejante imitación es solo para los Predicadores y Pastores de almas, que a todo Cristiano, que tiene capacidad para ello, incumbe la obra de misericordia decorregir al que yerra, para, si puede, ganar al hermano, y no dejar que se pierda. Todos podemos pedir al Señor, oyendo misas, frecuentando sacramentos, y aplicar semejantes obras piadosas con el fin de la exaltación del santísimo nombre de Jesus, y conversión de las almas. Y si por ventura tenemos a nuestro cargo hijos, criados y domésticos, a los que más de cerca pertenece la obligación de celar sean temerosos de Dios: ¡de cuántas omisiones seremos reos, si por nuestra desidia ignoran la doctrina, o giran con desenfreno por el camino ancho de la perdicion!
ORACIÓN
¡Oh dulcísimo Jesús mío: cuán justamente os conviene el título de Buen Pastor, de que os gloriáis en vuestro santo Evangelio! Vos, Señor, sois el modelo perfectísimo de todos los pastores, y de todas las ovejas de vuestro rebaño, y de quien San Pedro sacó tan fiel copia, que pudo decir, como en vuestro nombre habia dicho David: Me comió el celo de la casa de Dios. Dad, oh Salvador Divino, a todos los Pastores, Predicadores, Confesores, y demás Ministros de vuestra Iglesia, aquella fidelidad, santidad de costumbres, fortaleza, doctrina celestial, mansedumbre, y fervoroso celo, que tanto brillaba en el Príncipe de los Apóstoles, para gobernar con todo acierto el rebaño que vuestra providencia les ha confiado respectivamente. Haced, Señor, que no desmayen entre los grandes trabajos de su apostólico celo, teniendo presente lo mismo que les avisa San Pedro: que cuando en el día del juicio apareciere el Príncipe de los pastores, que sois Vos, oh Divino Remunerador de nuestras obras, recibirán en recompensa la incorruptible y eterna corona de la gloria (I Pedro, cap. V). Concedednos a todos que seamos dóciles para oír la voz de nuestros Pastores, que no nos expongamos al lobo infernal, que anda dando vueltas, como leon embravecido, entre nosotros, buscando presa a quien devorar. ¡Oh, a cuántos peligros me expuse cuando andaba como oveja errante y descaminada! ¡Cómo iba corriendo al precipicio de la muerte, si vuestra bondad infinita no me hubiera buscado con amorosa solicitud! No me neguéis, Señor, por mis ingratitudes, la continuacion de vuestras misericordias, porque los enemigos del alma, mientras seguimos la carrera de esta vida, no cesan de hacer sus tentativas (Job V, 1), y si vos, oh Custodia segurísima de Israel, no me defendéis con vuestra gracia, en vano emplearé yo mi vigilancia para defenderme confiado en mis propias fuerzas. En Vos confío, Dios mío, y con vuestros auxilios espero tener en lo sucesivo un celo ardiente de mi salvación y vuestra gloria. Abrasad, Señor, mi corazon y mis entrañas con este sagrado celo, para que en todo busque vuestra gloria (Salmo XXV); para dolerme con íntimo dolor del desprecio que hay en los pecadores de vuestra santa Ley, y para mirar por la salud eterna de mi prójimo, amándole como a mí mismo. Y para que amando a vuestra Majestad con todo mi corazón en esta vida, os pueda adorar eternamente en la patria celestial. Amén.
Ahora se reza tres veces el Padre nuestro.
*Oración Final para todos los días*
Señor Jesús, que has elegido a San Pedro mientras pescaba en el lago. Él confió en Ti, Señor, y tú lo colmaste de la verdadera alegría. Lo pusiste como roca para edificar tu Iglesia, fuerte en la Caridad, y lo sostuviste con tu oración, para poder confirmarnos en la fe. Secaste sus amargas lágrimas para que su negación no se convirtiera en desesperación sino en confianza más cierta y más grande esperanza. Él pudo contemplar tu rostro transfigurado en el Tabor, y sufrir cerca tuyo en Getsemaní. Bendice, Señor, nuestros sacerdotes, asiste a todos los feligreses, conforta a nuestros enfermos, mantiene unida nuestra parroquia, y danos una fe firme en la oración mutua, con lágrimas de amor a Ti y de arrepentimiento, para borrar nuestros pecados y alegramos de tu Palabra, luz que brilla en las tinieblas, hasta que él mismo, nuestro patrono aquí en la tierra, nos abra las puertas en el cielo. Amén.
*Letanías de San Pedro*
San Pedro, que has proclamado a Cristo, _ruega por nosotros._
San Pedro, que has seguido a Cristo,
San Pedro, que has escuchado a Cristo,
San Pedro, que has despertado a Cristo,
San Pedro, que has imitado a Cristo,
San Pedro, que has suplicado a Cristo,
San Pedro, que has defendido a Cristo,
San Pedro, que has negado a Cristo,
San Pedro, que has llorado a Cristo,
San Pedro, que has recuperado a Cristo,
San Pedro, que has amado a Cristo más que todos,
San Pedro, profeta del Reino,
San Pedro, que has seguido a Cristo,
San Pedro, que has escuchado a Cristo,
San Pedro, que has despertado a Cristo,
San Pedro, que has imitado a Cristo,
San Pedro, que has suplicado a Cristo,
San Pedro, que has defendido a Cristo,
San Pedro, que has negado a Cristo,
San Pedro, que has llorado a Cristo,
San Pedro, que has recuperado a Cristo,
San Pedro, que has amado a Cristo más que todos,
San Pedro, profeta del Reino,
GOZOS EN HONOR A SAN PEDRO
Piedra sois fundamental
De la Iglesia militante:
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
En Betsaida habéis nacido
De unos pobres pescadores,
Y ocupado en sus labores,
Pasáis sin ser conocido;
Mas aquí mismo elegido
Sois Apóstol almirante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
Ocupado en el pescar
Os llama al apostolado
El que Dios ya humanado
Al mundo vino a salvar,
Y vos sin más aguardar
Obedecéis al instante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
Cuando a Jesús confesais
Hijo de Dios verdadero;
Él os declara portero
Con las llaves, que aceptáis.
Así, Cefas, os mostrais
Con poder de gobernante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
Sobre las aguas del mar
Caminais vos muy constante;
Cuando al punto vacilante
Peligrais de naufragar:
Mas Jesus hizo surcar
Al que estaba naufragante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
Cuando en el monte Tabor
Se transfigura Jesús,
Testigo sois de la luz
Y celestial resplandor:
Y en la agonía el sudor
Divisáis en su semblante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
Si a la voz de una criada
Vuestro Maestro negáis,
A la del gallo llorais
Vuestra culpa inopinada,
Así que con su mirada
Jesús os traspasa amante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
Movido de las Marías
Al sepulcro corréis presto;
Y notais en aquel puesto
Cumplidas las profecías,
Pues al cabo de tres días
Sale Jesús triunfante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
En Galilea adoráis
A Jesús resucitado;
Y tres veces preguntado,
La respuesta es: que le amáis.
Por eso pastor quedáis
De su rebaño garante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
Cuando el Espíritu Santo
Baja dándoos sus dones;
Pasman todas las naciones
Al ver un milagro tanto:
Disipais vos el encanto
Con Joel vaticinante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
Con vuestro primer sermón
Más de tres mil se convierten:
Y los Judíos advierten
La obra de la Redención,
Siendo tal vuestro tesón
Sin desistir un instante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
En la cárcel os tenía
Herodes rey inhumano;
Mas os toma de la mano
El Ángel de Dios, y guía:
Descubriendo vos al día
Al Ángel que os va delante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
Primero en Antioquía
Vuestra cátedra sentais,
Y a Roma la trasladáis
Para ser el norte y guía
Donde persevera al día
En la misma fe constante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
Dais fin al apostolado
Enclavado en una cruz
Diferente de Jesús,
Pies arriba levantado:
Así mártir coronado,
Vuestra palma es más brillante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
Así la Iglesia romana
Por su venturosa suerte
Es el baluarte y fuerte
De la verdad cristiana:
Pues que siendo vaticana
Es piedra la más chocante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
Pescador héroe inmortal,
De Pontífices atlante,
Librad a la fluctuante
Del error heretical.
℣. Tú eres Pedro.
℟. Y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia.
ORACIÓN
Oh Dios, que acordaste a tu bienaventurado Apóstol San Pedro el poder de atar y desatar, concédenos, por su intercesión, ser libertados de las cadenas de nuestras culpas. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
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