Novena a San Pedro Apóstol
NOVENA AL PRÍNCIPE DE LOS APÓSTOLES, SAN PEDRO
Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
℣. Dios mio, atended por vuestra infinita bondad a mi socorro:
℟. Señor, ayudadme prontamente con los auxilios de vuestra gracia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.
Santo, Santo, Santo, Dios y Señor de los Ejércitos: los cielos y la tierra están llenos de la majestad de tu gloria.
*Oración Inicial para todos los días*
Oh glorioso San Pedro, Príncipe de los Apóstoles y de la Iglesia Católica: por aquella obediencia con la primera llamada dejaste cuanto tenías en la primera llamada mundo para seguir a Cristo; por aquella fe con que creíste y confesaste por Hijo de Dios a tu Maestro; por aquella humildad con que, viéndole a tus pies, rehusaste que te los lavase; por aquellas lágrimas con que amargamente lloraste tus negaciones; por aquella vigilancia con que cuidaste como pastor universal del rebaño que se te había encomendado; finalmente, por aquella imponderable fortaleza con que diste por tu Redentor la vida crucificado, te suplico, Apóstol glorioso, por tu actual sucesor el Vicario de Cristo. Alcánzame que imite del Señor esas virtudes tuyas con la victoria de todas mis pasiones; y concédeme especialmente el don del arrepentimiento para que, purificado de toda culpa, goce de tu amable compañía en la gloria. Amén.
_(Cada uno en silencio hace su petición)_
_(Cada uno en silencio hace su petición)_
DÍA CUARTO - 23 DE JUNIO
CONSIDERACIÓN: AMOR DE SAN PEDRO AL SEÑOR.
Considera que en los hechos Apostólicos e historia de los Sagrados Evangelios se refieren varios pasajes en que se echa de ver que ninguno de los Apóstoles tuvo más fervoroso amor al Señor, que San Pedro. Quién sino su Majestad comprenderá hasta dónde rayaban las llamas del incendio que abrasaban a este serafín Apostólico. Basta para la imitación traer a la memoria lo que refiere el Evangelista, cuando preguntado tres veces San Pedro por su Divino Maestro, si le amaba; respondió con profunda humildad: «Señor: Vos sabeis todas las cosas, y penetrais lo íntimo de mi corazón. Vos sabeis que os amo». No en vano repite nuestro Señor tantas veces «Pedro, ¿me amas?»: quiso decirle en esto: «si el testimonio de tu conciencia no te dicta que me tienes un amor perfecto, amándome sobre todas las cosas: más que a todos los tuyos, más que a ti mismo, no tomes el cuidado pastoral, ni el gobierno de mis ovejas, por quien he derramado mi Sangre». Después de tanto examen confió al Santo Apóstol nada menos que a su Esposa la Santa Iglesia, dejando (San Bernardo, Sermón I de San Pedro y San Pablo; en José Mansi CO, sermón 12) a su cuidado el tesoro inestimable de su preciosa Sangre, depositado en los Santos siete Sacramentos.
Contentémonos para nuestra imitación, con saber que San Pedro amó al Señor con aquella perfecta caridad que da la vida por el amado, como en efecto murió por su Divino Maestro: sin que las muchas aguas de la tribulación y del riguroso martirio pudiesen apagar el intenso fuego de su amor. ¿Arderá en nuestro pecho alguna llama de este sagrado incendio? Trabajemos para encenderla y aumentarla, pidiendo para esto gracia al Señor; estemos ciertos, y salgamos de toda duda, que si legítimamente no amamos, se nos hará duro el yugo de la Santa Ley que profesamos; y si amamos todo se nos hará suave y facil, como dice San Agustín. No seamos ingratos a quien tanto bien nos ha hecho; temamos, sí, aquella terrible sentencia de San Pablo, que nos dice: «maldito y excomulgado sea el que no ama a Nuestro Señor Jesucristo» (I Corintios XVI, Agustín Calmet OSB).
ORACIÓN
¡Oh Clementísimo Jesús, y verdadero Dios, todo caridad! ¡Yo he venido a traer fuego a la tierra, decís en vuestro Santo Evangelio, y quereis sea encendido este Divino fuego en el corazón humano! Bendito sea, Señor, el poder de vuestra gracia, en cuya virtud fue el corazón del príncipe de los Apóstoles un Sagrado Altar en que ardió el fuego de vuestro Santo amor, mejor que en el de la antigua Ley, para gloria de vuestro Santísimo Nombre. ¿Cuánta es, amorosísimo Salvador, la tibieza de mi espíritu? Amamos con intensión a las criaturas, sin hallarse en ellas más que un poquito de bien que tienen participado, ¿y no hemos de amar con toda nuestra fortaleza a vuestra Majestad, que sois el bien infinito, el único principio y fin de todo lo que es bueno? ¡Que no ame a mi Dios, que me ha libertado de la esclavitud del demonio, no con precio corruptible de plata y oro, sino con el precio infinito de su Santísima Sangre, derramándola sobre el Ara de la Cruz, como cordero inmaculado, que vino a quitar los pecados del mundo! ¡Oh locura mía, no haber amado a un Dios tan bueno! Haced, Señor, que yo os ame empleando todo mi ser en servicio vuestro, para que muriendo ahora al amor perverso del mundo, os alabe por toda la eternidad en la Gloria. Amén.
Ahora se reza tres veces el Padre nuestro.
*Oración Final para todos los días*
Señor Jesús, que has elegido a San Pedro mientras pescaba en el lago. Él confió en Ti, Señor, y tú lo colmaste de la verdadera alegría. Lo pusiste como roca para edificar tu Iglesia, fuerte en la Caridad, y lo sostuviste con tu oración, para poder confirmarnos en la fe. Secaste sus amargas lágrimas para que su negación no se convirtiera en desesperación sino en confianza más cierta y más grande esperanza. Él pudo contemplar tu rostro transfigurado en el Tabor, y sufrir cerca tuyo en Getsemaní. Bendice, Señor, nuestros sacerdotes, asiste a nuestros feligreses, conforta a nuestros enfermos, mantiene unida nuestra parroquia, y danos una fe firme en la oración mutua, con lágrimas de amor a Ti y de arrepentimiento, para borrar nuestros pecados y alegramos de tu Palabra, luz que brilla en las tinieblas, hasta que él mismo, nuestro patrono aquí en la tierra, nos abra las puertas en el cielo. Amén.
*Letanías de San Pedro*
San Pedro, que has proclamado a Cristo, _ruega por nosotros._
San Pedro, que has seguido a Cristo,
San Pedro, que has escuchado a Cristo,
San Pedro, que has despertado a Cristo,
San Pedro, que has imitado a Cristo,
San Pedro, que has suplicado a Cristo,
San Pedro, que has defendido a Cristo,
San Pedro, que has negado a Cristo,
San Pedro, que has llorado a Cristo,
San Pedro, que has recuperado a Cristo,
San Pedro, que has amado a Cristo más que todos,
San Pedro, profeta del Reino,
San Pedro, que has seguido a Cristo,
San Pedro, que has escuchado a Cristo,
San Pedro, que has despertado a Cristo,
San Pedro, que has imitado a Cristo,
San Pedro, que has suplicado a Cristo,
San Pedro, que has defendido a Cristo,
San Pedro, que has negado a Cristo,
San Pedro, que has llorado a Cristo,
San Pedro, que has recuperado a Cristo,
San Pedro, que has amado a Cristo más que todos,
San Pedro, profeta del Reino,
GOZOS EN HONOR A SAN PEDRO
Piedra sois fundamental
De la Iglesia militante:
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
En Betsaida habéis nacido
De unos pobres pescadores,
Y ocupado en sus labores,
Pasáis sin ser conocido;
Mas aquí mismo elegido
Sois Apóstol almirante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
Ocupado en el pescar
Os llama al apostolado
El que Dios ya humanado
Al mundo vino a salvar,
Y vos sin más aguardar
Obedecéis al instante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
Cuando a Jesús confesais
Hijo de Dios verdadero;
Él os declara portero
Con las llaves, que aceptáis.
Así, Cefas, os mostrais
Con poder de gobernante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
Sobre las aguas del mar
Caminais vos muy constante;
Cuando al punto vacilante
Peligrais de naufragar:
Mas Jesus hizo surcar
Al que estaba naufragante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
Cuando en el monte Tabor
Se transfigura Jesús,
Testigo sois de la luz
Y celestial resplandor:
Y en la agonía el sudor
Divisáis en su semblante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
Si a la voz de una criada
Vuestro Maestro negáis,
A la del gallo llorais
Vuestra culpa inopinada,
Así que con su mirada
Jesús os traspasa amante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
Movido de las Marías
Al sepulcro corréis presto;
Y notais en aquel puesto
Cumplidas las profecías,
Pues al cabo de tres días
Sale Jesús triunfante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
En Galilea adoráis
A Jesús resucitado;
Y tres veces preguntado,
La respuesta es: que le amáis.
Por eso pastor quedáis
De su rebaño garante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
Cuando el Espíritu Santo
Baja dándoos sus dones;
Pasman todas las naciones
Al ver un milagro tanto:
Disipais vos el encanto
Con Joel vaticinante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
Con vuestro primer sermón
Más de tres mil se convierten:
Y los Judíos advierten
La obra de la Redención,
Siendo tal vuestro tesón
Sin desistir un instante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
En la cárcel os tenía
Herodes rey inhumano;
Mas os toma de la mano
El Ángel de Dios, y guía:
Descubriendo vos al día
Al Ángel que os va delante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
Primero en Antioquía
Vuestra cátedra sentais,
Y a Roma la trasladáis
Para ser el norte y guía
Donde persevera al día
En la misma fe constante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
Dais fin al apostolado
Enclavado en una cruz
Diferente de Jesús,
Pies arriba levantado:
Así mártir coronado,
Vuestra palma es más brillante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
Así la Iglesia romana
Por su venturosa suerte
Es el baluarte y fuerte
De la verdad cristiana:
Pues que siendo vaticana
Es piedra la más chocante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
Pescador héroe inmortal,
De Pontífices atlante,
Librad a la fluctuante
Del error heretical.
℣. Tú eres Pedro.
℟. Y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia.
ORACIÓN
Oh Dios, que acordaste a tu bienaventurado Apóstol San Pedro el poder de atar y desatar, concédenos, por su intercesión, ser libertados de las cadenas de nuestras culpas. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tu participación.