24 de junio de 2020

DÍA 24- Quinto día Novena San Pedro Apóstol

Novena a San Pedro Apóstol




NOVENA AL PRÍNCIPE DE LOS APÓSTOLES, SAN PEDRO



Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.  
℣. Dios mio, atended por vuestra infinita bondad a mi socorro:
℟. Señor, ayudadme prontamente con los auxilios de vuestra gracia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.
Santo, Santo, Santo, Dios y Señor de los Ejércitos: los cielos y la tierra están llenos de la majestad de tu gloria.

*Oración Inicial para todos los días*
Oh glorioso San Pedro, Príncipe de los Apóstoles y de la Iglesia Católica: por aquella obediencia con la primera llamada dejaste cuanto tenías en el mundo para seguir a Cristo; por aquella fe con que creíste y confesaste por Hijo de Dios a tu Maestro; por aquella humildad con que, viéndole a tus pies, rehusaste que te los lavase; por aquellas lágrimas con que amargamente lloraste tus negaciones; por aquella vigilancia con que cuidaste como pastor universal del rebaño que se te había encomendado; finalmente, por aquella imponderable fortaleza con que diste por tu Redentor la vida crucificado, te suplico, Apóstol glorioso, por tu actual sucesor el Vicario de Cristo. Alcánzame que imite del Señor esas virtudes tuyas con la victoria de todas mis pasiones; y concédeme especialmente el don del arrepentimiento para que, purificado de toda culpa, goce de tu amable compañía en la gloria. Amén.
_(Cada uno en silencio hace su petición)_


DÍA QUINTO - 24 DE JUNIO


CONSIDERACIÓN: PÚBLICA CONFESIÓN DE FE DE SAN PEDRO.
Considérese que el Evangelista San Mateo refiere que vino Jesus y preguntó a sus discípulos qué se decia de su persona (en Judea), o en qué reputacion le tenían aquellas gentes: respondieron a su Divino Maestro, que unos le tenían por el Bautista, otros por Elías, otros por Jeremías o en fin por alguno de los Profetas; el Señor les preguntó «y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Entonces San Pedro, como quien era la boca de los Apóstoles, según la expresion del Crisóstomo, toma la voz, y con alegria y su fervor acostumbrado responde en nombre de todos: «Tú, Señor, tú eres Cristo, hijo de Dios vivo». Que fue decir: «Tú, Divino Maestro, eres el verdadero Mesías, por tantos siglos deseado: Tú eres el libertador del género humano, por quien han suspirado tanto los Santos Patriarcas y Profetas: Tú, en fin, no eres hijo de adopción, como el Bautista, puramente, Elías y Jeremías; sino que siendo verdadero Hombre, eres al mismo tiempo verdadero Hijo natural de Dios».
  
Esta es la pública confesión de San Pedro, por la cual Nuestro Señor le remuneró, elevándole a la gloriosa dignidad de cabeza visible de la Iglesia. Esta confesión hemos de procurar imitar, no solo con palabras, sino tambien con obras, como el Santo Apóstol, cuya santa vida fue una continuada confesión del Señor, hasta morir por la gloria de su adorable nombre. Confesar a Cristo solo con la boca, y no con la santidad de las obras, es de viles hipócritas, de quienes se verifica, dice San Buenaventura (Comentario sobre Lucas XII, en Cornelio Alápide, tomo I, cap. I, fol. 399), lo que decía San Pablo: «confiesan que conocen a Dios; mas le niegan con sus hechos y depravadas costumbres».
  
ORACIÓN
Omnipotente y sempiterno Dios, Padre soberano de las luces, que revelas a los párvulos las verdades del Evangelio que ocultas a los sabios y prudentes del mundo (Mateo XI): Gracias a vuestra incomprensible Bondad, por haber revelado al párvulo y humilde siervo vuestro, San Pedro, tan altos misterios y verdades del Evangelio. Y gracias a vuestra Majestad, Divino Salvador, a cuya infinita misericordia debo las luces de la Santa fe que profeso. Confieso, Señor, con alegría de mi alma, y lo quisiera hacer con el fervoroso espíritu de mi amado protector San Pedro, que sois Cristo, Hijo único de Dios vivo, verdadero Dios y Hombre verdadero, y Redentor nuestro. Confieso delante del cielo y de la tierra esta importantísima verdad, y todas las demás que habéis revelado, y nos propone como objeto de nuestra creencia nuestra Santa Madre Iglesia.
  
¡Qué de pruebas convincentes tiene, Salvador mio, vuestro Santo Evangelio! Solo el contemplar a San Pedro, que planta el estandarte de vuestra Cruz en tantas Provincias, y en medio de la capital del mundo, Roma, triunfando de la sabiduria del siglo, de la elocuencia de los oradores, de la autoridad de los príncipes, de la fuerza de las malas costumbres, de la política del interés, y de todas las supersticiones, era bastante para convencer a un hombre de razón, si el velo oscurísimo de los pecados permitiera entrada a los rayos de tanta luz (Cf. Romanos I).
   

Iluminad por vuestra misericordia a los incrédulos, y haced que ya se acuerden y conviertan a Vos todos los fines de la tierra (Salmo XXI, 29). Disponed, Señor, que todos los Cristianos confesemos vuestro santo nombre, no solo con las palabras, sino también gallardamente con las obras, sin avergonzarnos de las ignominias adorables de vuestra Cruz por dejarnos engañar de los respetos humanos y falsa política del mundo. En vuestro Santo Evangelio está escrito que el Hijo de Dios se avergonzará de confesar delante de su eterno Padre a las almas que se hayan avergonzado de confesarle delante de los hombres. No permitáis en mí, Señor, tal desgracia: concedednos por vuestro Pedro, que confesándoos con toda nuestra alma en esta vida, alabemos a vuestra Majestad, oh Rey inmortal de los siglos, por toda la eternidad. Amén.

Ahora se reza tres veces el Padre nuestro.


*Oración Final para todos los días*

Señor Jesús, que has elegido a San Pedro mientras pescaba en el lago. Él confió en Ti, Señor, y tú lo colmaste de la verdadera alegría. Lo pusiste como roca para edificar tu Iglesia, fuerte en la Caridad, y lo sostuviste con tu oración, para poder confirmarnos en la fe. Secaste sus amargas lágrimas para que su negación no se convirtiera en desesperación sino en confianza más cierta y más grande esperanza. Él pudo contemplar tu rostro transfigurado en el Tabor, y sufrir cerca tuyo en Getsemaní. Bendice, Señor, nuestros sacerdotes, asiste a todos los feligreses, conforta a nuestros enfermos, mantiene unida nuestra parroquia, y danos una fe firme en la oración mutua, con lágrimas de amor a Ti y de arrepentimiento, para borrar nuestros pecados y alegramos de tu Palabra, luz que brilla en las tinieblas, hasta que él mismo, nuestro patrono aquí en la tierra, nos abra las puertas en el cielo. Amén.

*Letanías de San Pedro*
San Pedro, que has proclamado a Cristo, _ruega por nosotros._
San Pedro, que has seguido a Cristo,
San Pedro, que has escuchado a Cristo,
San Pedro, que has despertado a Cristo,
San Pedro, que has imitado a Cristo,
San Pedro, que has suplicado a Cristo,
San Pedro, que has defendido a Cristo,
San Pedro, que has negado a Cristo,
San Pedro, que has llorado a Cristo,
San Pedro, que has recuperado a Cristo,
San Pedro, que has amado a Cristo más que todos,
San Pedro, profeta del Reino,

GOZOS EN HONOR A SAN PEDRO

Piedra sois fundamental
De la Iglesia militante:
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
    
En Betsaida habéis nacido
De unos pobres pescadores,
Y ocupado en sus labores,
Pasáis sin ser conocido;
Mas aquí mismo elegido
Sois Apóstol almirante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
   
Ocupado en el pescar
Os llama al apostolado
El que Dios ya humanado
Al mundo vino a salvar,
Y vos sin más aguardar
Obedecéis al instante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
   
Cuando a Jesús confesais
Hijo de Dios verdadero;
Él os declara portero
Con las llaves, que aceptáis.
Así, Cefas, os mostrais
Con poder de gobernante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
   
Sobre las aguas del mar
Caminais vos muy constante;
Cuando al punto vacilante
Peligrais de naufragar:
Mas Jesus hizo surcar
Al que estaba naufragante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
   
Cuando en el monte Tabor
Se transfigura Jesús,
Testigo sois de la luz
Y celestial resplandor:
Y en la agonía el sudor
Divisáis en su semblante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
   
Si a la voz de una criada
Vuestro Maestro negáis,
A la del gallo llorais
Vuestra culpa inopinada,
Así que con su mirada
Jesús os traspasa amante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
   
Movido de las Marías
Al sepulcro corréis presto;
Y notais en aquel puesto
Cumplidas las profecías,
Pues al cabo de tres días
Sale Jesús triunfante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
   
En Galilea adoráis
A Jesús resucitado;
Y tres veces preguntado,
La respuesta es: que le amáis.
Por eso pastor quedáis
De su rebaño garante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
    
Cuando el Espíritu Santo
Baja dándoos sus dones;
Pasman todas las naciones
Al ver un milagro tanto:
Disipais vos el encanto
Con Joel vaticinante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
    
Con vuestro primer sermón
Más de tres mil se convierten:
Y los Judíos advierten
La obra de la Redención,
Siendo tal vuestro tesón
Sin desistir un instante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
    
En la cárcel os tenía
Herodes rey inhumano;
Mas os toma de la mano
El Ángel de Dios, y guía:
Descubriendo vos al día
Al Ángel que os va delante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
    
Primero en Antioquía
Vuestra cátedra sentais,
Y a Roma la trasladáis
Para ser el norte y guía
Donde persevera al día
En la misma fe constante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
     
Dais fin al apostolado
Enclavado en una cruz
Diferente de Jesús,
Pies arriba levantado:
Así mártir coronado,
Vuestra palma es más brillante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
      
Así la Iglesia romana
Por su venturosa suerte
Es el baluarte y fuerte
De la verdad cristiana:
Pues que siendo vaticana
Es piedra la más chocante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
      
Pescador héroe inmortal,
De Pontífices atlante,
Librad a la fluctuante
Del error heretical.

℣. Tú eres Pedro.
℟. Y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia.
  
ORACIÓN
Oh Dios, que acordaste a tu bienaventurado Apóstol San Pedro el poder de atar y desatar, concédenos, por su intercesión, ser libertados de las cadenas de nuestras culpas. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.







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