Fiesta del bautismo del Señor
Jesús es bautizado en las aguas del Jordán al inicio de su ministerio público, no por necesidad, sino por solidaridad redentora.
Es la fiesta que celebramos este domingo.
La Fiesta del Bautismo
del Señor,
con la que damos fin al ciclo de Navidad y damos paso al Tiempo
Ordinario, que precede a la Cuaresma.
Terminamos la Navidad con la escena que da
inicio a la misión pública de Jesús: su Bautismo
en el Jordán, donde recibe la confirmación oficial de su mesianismo. Del
Niño recién nacido pasamos al Profeta y Maestro que nos ha enviado Dios y que
va a comenzar su misión.
Hoy,
y en esta sociedad, se tiende a la uniformidad, al pensamiento único, el buscar
«ser como todos», el no distinguirse. Al responder a la invitación del Señor a
reunirnos como sus hijos, ciertamente que «nos hemos diferenciado», hemos
manifestado que en algo somos distintos, hemos reconocido que hay algo que nos
mueve internamente. El Señor, Jesús, se mezcló con la gente de su pueblo,
participó en un bautismo general en el Jordán, pero también se manifestó
distinto: invadido por el Espíritu inició una vida al servicio del Reinado
de Dios. En ello se jugó la vida, no disimuló en absoluto, y nos reveló el
amor inmenso del Padre. Hoy lo celebramos con gozo, gracias a que nosotros
también fuimos bautizados. En el nombre del Señor Jesús, recibimos el Espíritu
y podemos cantar al Señor por la vida regalada y por la misión encomendada,
Muchos la viven con fidelidad.
REFLEXIÓN
En
el Jordán Jesús se manifiesta con una humildad extraordinaria, que recuerda la
pobreza y la sencillez del Niño recostado en el pesebre, y anticipa los
sentimientos con los que, al final de sus días en la tierra, llegará a lavar
los pies de sus discípulos y sufrirá la terrible humillación de la cruz. El
Hijo de Dios, el que no tiene pecado, se mezcla con los pecadores, muestra la
cercanía de Dios al camino de conversión del hombre. Jesús carga sobre sus
hombros el peso de la culpa de toda la humanidad, comienza su misión poniéndose
en nuestro lugar, en el lugar de los pecadores, en la perspectiva de la cruz.
Cuando, recogido en oración, tras el bautismo, sale del agua, se abren los
cielos. Es el momento esperado por tantos profetas: "Si rompieses los
cielos y descendieses", había invocado Isaías (Is 63, 19). En ese momento
—parece sugerir san Lucas— esa oración es escuchada. De hecho, "se abrió
el cielo, y bajó sobre él el Espíritu Santo" (Lc 3, 21-22); se escucharon
palabras nunca antes oídas: "Tú eres mi hijo amado; en ti me complazco"
(Lc 3, 22). Al salir de las aguas, como afirma san Gregorio Nacianceno,
"ve cómo se rasgan y se abren los cielos, los cielos que Adán había
cerrado para sí y para toda su descendencia" (Discurso 39 en el Bautismo
del Señor: PG 36). El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo descienden entre los
hombres y nos revelan su amor que salva. Si los ángeles llevaron a los pastores
el anuncio del nacimiento del Salvador, y la estrella guió a los Magos llegados
de Oriente, ahora es la voz misma del Padre la que indica a los hombres la
presencia de su Hijo en el mundo e invita a mirar a la resurrección, a la
victoria de Cristo sobre el pecado y la muerte.
Benedicto XVI, Homilía
en la Fiesta del Bautismo del Señor, 10 de enero de 2010.
“Queridos papás,
ustedes pidieron para vuestros hijos la fe, la fe que es dada en el bautismo.
La fe. Esto significa vida de fe porque la fe va vivida. Caminar en el camino
de la Fe y dar testimonio de la fe.
La fe no es recitar el
Credo el domingo cuando vamos a la misa, no es solamente esto. La fe es creer
que aquello que es la verdad: Dios Padre que envió a su hijo y el Espíritu que
vivifica. Pero la fe es también confiarse a Dios y esto tienen que enseñárselo
con vuestro ejemplo, con vuestra vida.
La fe es luz, y en la
ceremonia del bautismo les dan una vela encendida, como en los primeros días de
la Iglesia. Y por ello el bautismo en aquellos tiempos se llamaba la
iluminación. Porque la fe ilumina los corazones y hacer ver las cosas con otra
luz. Ustedes pidieron la fe. La Iglesia Iglesia le da la fe a vuestros hijos
con el bautismo y ustedes tienen la tarea de hacerla crecer de cuidarla, que se
transforme en testimonio para los otros.
Cuidar la fe, que
crezca que sea testimonio para los otros.
Jesús hizo lo mismo. Me
gusta pensar que la primera predicación de Jesús en el establo fue un llanto. Y
como la ceremonia es un poco larga alguno llora por hambre. Si es así ustedes
mamás pueden amamantarlo, sin miedo y con toda normalidad, como la Virgen hacía
con Jesús.
No se olviden: pidieron
la fe, a ustedes la tarea de custodiar la fe, de hacerla crecer para que sea
testimonio para todos nosotros, para todos nosotros, también para nosotros
curas, sacerdotes, obispos. Gracias”.
Homilía del Papa Francisco en la
fiesta del Bautismo del Señor, 8-1-2017
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