Novena a San Pedro Apóstol
NOVENA AL PRÍNCIPE DE LOS APÓSTOLES, SAN PEDRO
Por la señal ✠ de la Santa Cruz, de nuestros ✠ enemigos, líbranos Señor ✠ Dios nuestro. En el nombre del Padre, y del Hijo ✠, y del Espíritu Santo. Amén.
℣. Dios mio, atended por vuestra infinita bondad a mi socorro:
℟. Señor, ayudadme prontamente con los auxilios de vuestra gracia.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. Amén.
Santo, Santo, Santo, Dios y Señor de los Ejércitos: los cielos y la tierra están llenos de la majestad de tu gloria.
*Oración Inicial para todos los días*
Oh glorioso San Pedro, Príncipe de los Apóstoles y de la Iglesia Católica: por aquella obediencia con la primera llamada dejaste cuanto tenías en el mundo para seguir a Cristo; por aquella fe con que creíste y confesaste por Hijo de Dios a tu Maestro; por aquella humildad con que, viéndole a tus pies, rehusaste que te los lavase; por aquellas lágrimas con que amargamente lloraste tus negaciones; por aquella vigilancia con que cuidaste como pastor universal del rebaño que se te había encomendado; finalmente, por aquella imponderable fortaleza con que diste por tu Redentor la vida crucificado, te suplico, Apóstol glorioso, por tu actual sucesor el Vicario de Cristo. Alcánzame que imite del Señor esas virtudes tuyas con la victoria de todas mis pasiones; y concédeme especialmente el don del arrepentimiento para que, purificado de toda culpa, goce de tu amable compañía en la gloria. Amén.
_(Cada uno en silencio hace su petición)_
_(Cada uno en silencio hace su petición)_
DÍA NOVENO - 28 DE JUNIO
CONSIDERACIÓN: MILAGROS DE SAN PEDRO.
Los milagros no se proponen para la imitación, sino para bendecir y alabar al Señor Dios de Israel, que solo hace maravillas, según afirma David (Salmo LXXI, 18). La sagrada Escritura, hablando de los Apóstoles, asegura que por sus méritos se hacían muchos milagros en el pueblo, y que saliendo a predicar por todas partes, el Señor cooperaba a su doctrina, confirmándola con maravillas (Marcos, cap. último). ¿Quién podrá enumerar todas las que obró el Príncipe de los Apóstoles en el prolongado discurso de su Evangélica Predicación? Alabemos al Señor en los milagros que refiere San Lucas (Hechos de los Apóstoles, cap. III). ¡Qué prodigio tan grande es el del tullido! «Oro ni plata tengo, le dijo nuestro Santo Protector: te socorreré con lo que puedo. En nombre de Jesús Nazareno, levántate y anda». Al instante quedó sano, y entró en el templo saltando de gozo y alabando al Señor. Desde Jerusalén hacía el vigilantísimo Pastor algunos viajes para visitar a los fieles esparcidos por pueblos y ciudades: y pasando por Lidia, vio a un hombre llamado Eneas, que ocho años hacía estaba paralítico y postrado en cama: «Eneas, le dice San Pedro, Jesucristo Señor nuestro te da salud, levántate»; y al punto lo ejecutó perfectamente sano, convirtiéndose al Señor los habitadores de Lidia a vista de tan pasmoso milagro (Hechos de los Apóstoles, cap. IX). En Jope resucita a la limosnera y virtuosa Tabita, movido de su caridad, y de las lágrimas de unas pobres mujeres, a las que socorría la difunta. Púsose de rodillas a orar, y después convertido hacia el cadáver, la dice: «Tabita levántate», abrió los ojos, miró a San Pedro, sale del ataúd, y enterado el pueblo de tan milagrosa resurrección, muchos se convirtieron al Señor. Al fin el Todopoderoso había condecorado a su siervo con gracia tan portentosa de hacer milagros, que como escribe San Lucas, con su sombra sola se curaban cuantos podían lograrla (Hechos de los Apóstoles, cap. V). También desde las ciudades vecinas a Jerusalén concurría gran multitud de gentes con varios enfermos y endemoniados, y todos quedaban sanos, como afirma el sagrado texto.
Esta maravilla de curar con la sombra es tan particular, que se cumplió en San Pedro (Cornelio Alápide, comentario sobre Hechos I, 55; en Calmet) lo que había prometido nuestro Señor, diciendo: «el que creyere en mí, hará las obras que yo hago, y aun mayores, en virtud de mi poderosa gracia (Juan XIV). Alabemos de todo corazon al Altísimo, que se dignó ser tan prodigioso en nuestro Santo Apóstol, y pidámosle el remedio de nuestras enfermedades espirituales y corporales. Examinemos bien por los pecados capitales, qué achaques habituales padece nuestra alma, reflexionando con verdadera meditación que estos serán los que nos ocasionen la muerte eterna.
ORACIÓN
¡Oh dulcísimo Jesús, Señor y Dios nuestro! Postrado a los pies de vuestra adorable Majestad, bendigo y alabo con toda la fuerza de espíritu que puedo la virtud de vuestro santísimo nombre, que tanto resplandeció en el maravilloso Príncipe de los Apóstoles. Y pues comunicaste tan gran poder aun a su sombra, para dar salud a los enfermos, yo me acojo con tierna confianza a la sombra de su poderosa intercesión, suplicándoos me deis sanidad en todas mis enfermedades, mayormente en aquellas de que adolece mi alma. El amor desordenado de mí mismo y el de las criaturas, ha sido el origen de mis males. Derramad sobre mi corazón una amargura saludable, para que se desprenda del apego a las cosas del mundo, que todas son vanidad de vanidades, fuera de amaros y serviros. Aplicad, oh buen Jesus, esa mano bienhechora y omnipotente a los ojos de mi alma, paraque no se cieguen en el camino de la eternidad, conozcan con penetración la insubsistencia de los bienes terrenos, y siempre pongan la mira en el Cielo, patria dichosísima de nuestra esperanza. A Vos, Salvador Divino, nada hay incurable, ni mal alguno puede resistir a los remedios de vuestra gracia, si los hombres quieren solicitarla para recibirla, y usar de los medicamentos que nos habéis dejado en vuestra Iglesia. Compadeceos, Señor, como padre de misericordia, de tan peligrosos males, y disponed que todos los Cristianos engañados los conozcan, para que no sigan aquel camino temeroso de la ignorancia culpable, que muchos le creen recto, y no acaban de conocer que su paradero es el de la muerte. Haced, amabilísimo Redentor de nuestras almas, que no amemos, ni nos dejemos engañar del mundo, su pompa, lujo y embrollos, y que andemos en él como verdaderos peregrinos, para no colocar nuestro corazon sino en la verdadera felicidad, que por vuestros merecimientos esperamos. Dadnos la singular gracia, que ni una línea nos desviemos de la senda de vuestra Divina Ley, caminando rectos por ella hasta el fin, para concluir con la muerte preciosa de los Santos, y alabaros por toda la eternidad en la gloria. Amén.
Ahora se reza tres veces el Padre nuestro.
*Oración Final para todos los días*
Señor Jesús, que has elegido a San Pedro mientras pescaba en el lago. Él confió en Ti, Señor, y tú lo colmaste de la verdadera alegría. Lo pusiste como roca para edificar tu Iglesia, fuerte en la Caridad, y lo sostuviste con tu oración, para poder confirmarnos en la fe. Secaste sus amargas lágrimas para que su negación no se convirtiera en desesperación sino en confianza más cierta y más grande esperanza. Él pudo contemplar tu rostro transfigurado en el Tabor, y sufrir cerca tuyo en Getsemaní. Bendice, Señor, nuestros sacerdotes, asiste a todos los feligreses, conforta a nuestros enfermos, mantiene unida nuestra parroquia, y danos una fe firme en la oración mutua, con lágrimas de amor a Ti y de arrepentimiento, para borrar nuestros pecados y alegramos de tu Palabra, luz que brilla en las tinieblas, hasta que él mismo, nuestro patrono aquí en la tierra, nos abra las puertas en el cielo. Amén.
*Letanías de San Pedro*
San Pedro, que has proclamado a Cristo, _ruega por nosotros._
San Pedro, que has seguido a Cristo,
San Pedro, que has escuchado a Cristo,
San Pedro, que has despertado a Cristo,
San Pedro, que has imitado a Cristo,
San Pedro, que has suplicado a Cristo,
San Pedro, que has defendido a Cristo,
San Pedro, que has negado a Cristo,
San Pedro, que has llorado a Cristo,
San Pedro, que has recuperado a Cristo,
San Pedro, que has amado a Cristo más que todos,
San Pedro, profeta del Reino,
San Pedro, que has seguido a Cristo,
San Pedro, que has escuchado a Cristo,
San Pedro, que has despertado a Cristo,
San Pedro, que has imitado a Cristo,
San Pedro, que has suplicado a Cristo,
San Pedro, que has defendido a Cristo,
San Pedro, que has negado a Cristo,
San Pedro, que has llorado a Cristo,
San Pedro, que has recuperado a Cristo,
San Pedro, que has amado a Cristo más que todos,
San Pedro, profeta del Reino,
GOZOS EN HONOR A SAN PEDRO
Piedra sois fundamental
De la Iglesia militante:
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
En Betsaida habéis nacido
De unos pobres pescadores,
Y ocupado en sus labores,
Pasáis sin ser conocido;
Mas aquí mismo elegido
Sois Apóstol almirante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
Ocupado en el pescar
Os llama al apostolado
El que Dios ya humanado
Al mundo vino a salvar,
Y vos sin más aguardar
Obedecéis al instante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
Cuando a Jesús confesais
Hijo de Dios verdadero;
Él os declara portero
Con las llaves, que aceptáis.
Así, Cefas, os mostrais
Con poder de gobernante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
Sobre las aguas del mar
Caminais vos muy constante;
Cuando al punto vacilante
Peligrais de naufragar:
Mas Jesus hizo surcar
Al que estaba naufragante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
Cuando en el monte Tabor
Se transfigura Jesús,
Testigo sois de la luz
Y celestial resplandor:
Y en la agonía el sudor
Divisáis en su semblante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
Si a la voz de una criada
Vuestro Maestro negáis,
A la del gallo llorais
Vuestra culpa inopinada,
Así que con su mirada
Jesús os traspasa amante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
Movido de las Marías
Al sepulcro corréis presto;
Y notais en aquel puesto
Cumplidas las profecías,
Pues al cabo de tres días
Sale Jesús triunfante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
En Galilea adoráis
A Jesús resucitado;
Y tres veces preguntado,
La respuesta es: que le amáis.
Por eso pastor quedáis
De su rebaño garante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
Cuando el Espíritu Santo
Baja dándoos sus dones;
Pasman todas las naciones
Al ver un milagro tanto:
Disipais vos el encanto
Con Joel vaticinante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
Con vuestro primer sermón
Más de tres mil se convierten:
Y los Judíos advierten
La obra de la Redención,
Siendo tal vuestro tesón
Sin desistir un instante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
En la cárcel os tenía
Herodes rey inhumano;
Mas os toma de la mano
El Ángel de Dios, y guía:
Descubriendo vos al día
Al Ángel que os va delante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
Primero en Antioquía
Vuestra cátedra sentais,
Y a Roma la trasladáis
Para ser el norte y guía
Donde persevera al día
En la misma fe constante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
Dais fin al apostolado
Enclavado en una cruz
Diferente de Jesús,
Pies arriba levantado:
Así mártir coronado,
Vuestra palma es más brillante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
Así la Iglesia romana
Por su venturosa suerte
Es el baluarte y fuerte
De la verdad cristiana:
Pues que siendo vaticana
Es piedra la más chocante.
Pedro, pastor vigilante,
Libradnos de todo mal.
Pescador héroe inmortal,
De Pontífices atlante,
Librad a la fluctuante
Del error heretical.
℣. Tú eres Pedro.
℟. Y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia.
ORACIÓN
Oh Dios, que acordaste a tu bienaventurado Apóstol San Pedro el poder de atar y desatar, concédenos, por su intercesión, ser libertados de las cadenas de nuestras culpas. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tu participación.