El próximo 8 de diciembre se celebrará el Día del Seminario
El expresión elegida para esta campaña intenta recoger, sin agotarla, la identidad del sacerdocio ministerial. Los sacerdotes, en cuanto que participan del sacerdocio de Cristo Cabeza, Pastor, Esposo y Siervo, son llamados en verdad ‘pastores de la Iglesia’; y en cuanto enviados por Cristo, con los Apóstoles, son esencialmente misioneros dentro de una Iglesia toda ella misionera”.
El día del seminario se celebra desde el año 1935 con el objetivo de suscitar vocaciones mediante la sensibilización, dirigida a toda la sociedad.
Ante las especiales circunstancias de este año, los obispos de esta Comisión, invitan a se pueda manifestar el apoyo de la comunidad cristiana a una institución tan importante para la vida de las diócesis.
Este día la Colecta en todas las parroquias y templos de la Diócesis sera para esta campaña con la que se sostienen y ayuda a los que serán los próximos sacerdotes diocesanos.
PARA REZAR POR LOS SEMINARISTAS, FUTUROS SACERDOTES
Nos reunimos para celebrar la solemnidad de la
Inmaculada Concepción, patrona de España. María fue elegida por el Padre, con
especial predilección, para ser la Madre de su Hijo Jesús. Concebida sin pecado
original, vivió en amistad permanente con Dios, y así respondió con la entrega
de su vida al plan salvador del Padre.
Hoy, trasladado por motivos de la pandemia, celebramos
en nuestra Iglesia de España el día del Seminario. Como María, muchos jóvenes
han respondido a la llamada de Dios y se están formando en nuestros seminarios.
En Ella tienen un modelo acabado de fidelidad y entrega, de amparo y consuelo.
Ella, junto a José, como en el hogar de Nazaret, van configurando el corazón de
estos jóvenes con el de su Hijo, para ser un día enviados como discípulos
misioneros.
Dispongámonos a vivir este encuentro con el Señor,
pidiéndole que abra los corazones de muchos jóvenes y niños a sus llamadas y
que otorgue fidelidad a los que ya han respondido.
Por la Iglesia en España, puesta bajo la custodia
de nuestra Madre Inmaculada, para que como Ella realice el bien con discreción y
viva en la verdad con sencillez. Roguemos
al Señor.
Por los sacerdotes, para que su entrega cotidiana y
silenciosa suscite la respuesta de muchos niños y jóvenes a la llamada divina. Roguemos al Señor.
Por los padres de familia, para que ofrezcan sus
hijos a Dios con generosidad, acojan su llamada con alegría y la acompañen con
gratitud. Roguemos al Señor.
Por los seminaristas, que se forman en nuestros
seminarios, para que sean discípulos permanentes y un día verdaderos pastores
misioneros. Roguemos al Señor.
Por los formadores
y todos cuantos contribuyen en la educación integral de los seminaristas, para
que, con la coherencia de sus palabras y obras, sean ejemplo y estímulo
sacerdotal para estos jóvenes. Roguemos
al Señor.
Por todos cuantos
sufren las consecuencias de la actual pandemia, para que en Cristo, médico y
medicina, hallen salud, consuelo, esperanza y un eficaz y pronto remedio. Roguemos al Señor.
Por los sacerdotes
difuntos, para que disfruten del gozo eterno y su testimonio de fidelidad
multiplique las vocaciones. Roguemos al
Señor.
Pastores misioneros, al estilo de María
Génesis 3, 9-15. 20: Pongo hostilidad entre tu descendencia y la
descendencia de la mujer
Salmo 97, 1. 2-3ab. 3c-4 (R/.: 1): Cantad
al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas
Efesios 1, 3-6. 11-12: Dios nos eligió en Cristo antes de la
fundación del mundo
Lucas 1, 26-38: Alégrate, llena de gracia, el Señor esté
contigo
María, doncella Inmaculada, elegida desde la eternidad
La vocación es un don y un misterio que tiene su origen en el Corazón bueno de Dios. Él llamó a la existencia a nuestros primeros padres por y para el amor. El plan divino estaba diseñado de un modo admirable, pero se vio truncado por el engaño del tentador y la primera caída. Sin embargo, el amor del Creador se desbordó aún más con la promesa de un Salvador: Él nos eligió en Cristo antes de la fundación del mundo para que fuésemos santos e intachables ante él por el amor (Ef 1,4). En aquel momento, Dios pensó también en María, con especial predilección, la toda santa, para hacerla Madre de su Hijo y, en Él, hacernos hijos suyos (Ef 1,5). María, nueva Eva, es la que aplasta la cabeza de la serpiente y hace triunfar a todos sus hijos sobre el mal y el pecado (cf. Gén 3,15).
Como a María, Dios eligió, desde toda la eternidad, a cuantos quiere constituir sacerdotes. Cristo, en la noche previa a la elección de los apóstoles (Lc 6,12), en diálogo con el Padre, recibió no solo sus nombres, sino los de todos aquellos en los que el Padre pensó para hacerlos sus ministros. A la mañana siguiente los llamó uno a uno; hoy, Jesús, sigue llamando, de forma personal, a muchos niños y jóvenes para hacerlos sus sacerdotes, sirviéndose de diversas mediaciones (personas, acontecimientos...) y les ofrece su gracia para que respondan con generosidad.
María, modelo de respuesta a la llamada divina. Discípulos permanentes
Dios lleva nuestra vida. María y José estaban desposados, pero no vivían juntos. Los desposorios judíos tenían lugar en una celebración familiar a la que acudían las dos partes; después de esta, los nuevos esposos regresaban a sus respectivas casas durante un tiempo prolongado, tras el cual venían a habitar el nuevo hogar. Es en este intervalo de tiempo cuando María recibe el anuncio de su concepción virginal por parte del ángel (Lc 1,31). Estos pobres de Yavhé habían decidido vivir su matrimonio en virginidad, esperando el final de los tiempos. Aquellos planes se deshacen para María; de ahí que quiera profundizar en su vocación en el diálogo con el ángel (1,34).
El Libro del Génesis nos relata el momento posterior a la caída de nuestros padres. Desde el inicio escucharon al Creador, permaneciendo así en su intimidad (cf. Gén 2,16-17) y viviendo en armonía con la naturaleza creada; pero la sutil tentación del Maligno acarició sus sentidos interiores con engaño; comenzaron a escuchar la voz seductora, y la mentira venció su débil corazón: ¿Conque Dios os ha dicho que no comáis de ningún árbol del jardín? (Gén 3,2). Eva cayó, después Adán... y comenzaron a escuchar la voz de su conciencia que los condenaba a la vergüenza, al miedo y a la tristeza. Desde ese momento, tuvieron miedo a la voz de Dios: Oí tu ruido en el jardín, me dio miedo, porque estaba desnudo, y me escondí (Gén 3,10). Esa será la continua lucha de toda la descendencia: acoger o rechazar la voz de su Dios. Cuando la acoge es como árbol plantado al borde de la acequia que da fruto en su sazón (Sal 1,3); cuando se cierra a su propio criterio es como cardo en la estepa (Jer 17,6).
El momento del exilio es de singular importancia para Israel, porque se constituye en pueblo de la Palabra, del Shemá: Escucha, Israel (Dt 6,4-7). Es el momento del relato del Génesis. Así, el autor, que sitúa la creación del hombre en el día de la imperfección, el sexto, es consciente de no tener un lugar para el culto; sin embargo, el verdadero templo es el día séptimo, día del descanso. Solo se entra en la perfección cuando se alaba a Dios.
María, fiel israelita, permanecía en esta escucha y así, al sexto mes (imperfección), recibe la visita del ángel. En escucha y diálogo con el Dios de Israel va a precipitar a toda la humanidad en el séptimo día, en la plenitud de los tiempos (Gál 4,4), concibiendo y dando a luz, de sus puras entrañas, al Salvador. Así, el que es la Perfección, el Unigénito, se introduce en la imperfección, haciéndose hijo de hombre, para elevar a cada hombre al Seno de Dios.
El saludo del ángel muestra a María como cumplimiento de las profecías y la define en su pureza singular: Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo (Lc 1,28). Alégrate es el saludo a la hija de Sión (Sof 3,14; Miq 4,6-10); llena de gracia indica una acción que comenzó en el pasado (concepción) y que continúa en el presente, sin término. María está en amistad permanente con Dios y en enemistad con el demonio (Gén 3,14-15): es cristal puro que deja pasar la luz. Ella se turba en su humildad, no por la presencia del ángel, pues aquel lenguaje le resulta familiar; María vive en Dios, en oración permanente. Se fía del ángel, de Dios. Escudriña su vocación, para responder con mayor fidelidad. Su «sí» es reflejo de sus puras entrañas.
María, por tanto, es modelo de discipulado. Supo escuchar a Dios y entregar su vida sin reservas (Lc 1,38). El hogar de Nazaret se convirtió para María en una verdadera escuela discipular. Eso es el Seminario, del que cuida especialmente la Inmaculada. Una escuela de verdaderos discípulos, donde se escucha cada día al Maestro, para conformar el propio corazón, la voluntad y la inteligencia con Cristo Buen Pastor. Este discipulado, que se inicia aquí, no tiene fin, es permanente. Solo el que no deja de ser discípulo puede ser un auténtico maestro.
María, entregada por entero al Hijo de Dios. Pastores misioneros
En la Misa de hoy se nos muestra cómo Dios preparó en María una digna morada para su Hijo Jesús (cf. Oración colecta). Con su «sí» acogió para siempre a Jesús, al que dio a luz, vistió, alimentó, educó y cuidó con esmero. Aquel «sí» fue el inicio de una vida entregada por amor a su Hijo y al Padre. En la sencillez doméstica de Nazaret, el Corazón de Madre y el del Hijo latían al unísono, haciendo en todo momento la voluntad divina. En Nazaret, María comenzó a conservar y a meditar en su Corazón virginal los primeros misterios de la salvación de los hombres. En Nazaret, con Jesús, María dispuso su Corazón para la entrega total al Padre desde el Jordán hasta el pie de la cruz.
Cuantos han recibido la vocación sacerdotal se preparan en el Nazaret del Seminario, escuela de María, para ser pastores misioneros, sacerdotes entregados en cuerpo y alma al servicio del Hijo de Dios en cada hombre al que son enviados. En la entrega cotidiana del Seminario, cultivando la intimidad con Cristo en la oración y la Eucaristía, compartiendo los gozos y las fatigas con los demás compañeros, escudriñando la verdad del mundo, del hombre y de Dios, van conformando sus vidas con el Corazón de Cristo sacerdote. Así aprenden a dar la vida con fidelidad, para un día, después de ser consagrados por el Espíritu Santo, ser enviados como otros Cristos.
María es para todos los seminaristas no solo Madre y refugio, sino modelo de una entrega pura, sencilla, oculta y discreta; de un ponerse al servicio de cada uno sin esperar nada a cambio; de un hacer el bien sin ruidos, buscando el último puesto; de una escucha atenta y de una obediencia permanente. Porque, en verdad, cuanto de bueno se fragua en lo oculto del Nazaret del Seminario se multiplica en el futuro ministerio. Solo aquel que arde cada día en intimidad con Cristo, tiene el deseo profundo de darlo a conocer a sus hermanos, de ser pastor misionero.
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