¿QUE ES EL SANTO ROSARIO?
“Queridos jóvenes aprendan a rezar con la
oración simple y eficaz del santo Rosario. Queridos enfermos, que la Virgen
Santísima sea vuestro apoyo durante la prueba y el sufrimiento”.
Papa Francisco, Audiencia General del 3 de mayo de
2017.
“El Rosario es la oración que acompaña siempre la
vida, es también la oración de los sencillos y de los santos… es la oración de
mi corazón”.
Papa Francisco, introducción del
libro El Rosario. Oración del corazón, de la edición Shalom.
1. ¿Qué es el Rosario?
El Rosario es una oración tradicional católica que
busca honrar a la Virgen. En un inicio constaba de quince “misterios” que
recordaban momentos (gozosos, dolorosos y gloriosos) de la vida de Jesús y de
María. En el año 2002 san Juan Pablo II añadió los misterios luminosos que
permiten meditar sobre la vida pública de Jesús.
También se llama “rosario” al objeto formado de
cuentas que se utiliza para recitar esta oración.
“Todas las generaciones me llamarán
bienaventurada", proclama la Virgen en el Magníficat. En
efecto, desde los tiempos más antiguos, se venera a la Santísima Virgen con el
título de "Madre de Dios", bajo cuya protección se acogen los fieles
suplicantes en todos sus peligros y necesidades. El culto a María encuentra su
expresión en las fiestas litúrgicas dedicadas a la Madre de Dios y en la
oración mariana, como el Santo Rosario, que en palabras de Pablo VI es
"síntesis de todo el Evangelio". Es decir, el Rosario es una oración
que concreta ese culto especial
que la Virgen recibe en la Iglesia.
2. ¿Cómo y cuándo nació esta devoción?
El origen del Rosario se remonta al nacimiento del
Avemaría en el siglo IX, como oración para honrar a María, la Madre de Dios.
Parece que el Rosario tuvo su origen en la orden de san Benito y se expandió
por acción de los dominicos.
Desde el sí dado por la fe en la Anunciación, y
mantenido sin vacilar al pie de la Cruz, la maternidad de María se extiende
desde entonces a los hermanos y a las hermanas de su Hijo. A partir de esta
cooperación singular de María a la acción del Espíritu Santo, las Iglesias han
desarrollado la oración a la santa Madre de Dios, centrándola sobre la persona
de Cristo manifestada en sus misterios. En los innumerables himnos y antífonas
que expresan esta oración, se alternan habitualmente dos movimientos: uno
engrandece al Señor por las maravillas que ha hecho en su humilde esclava, y
por medio de ella, en todos los seres humanos; el segundo confía a la Madre de
Jesús las súplicas y alabanzas de los hijos de Dios, ya que ella conoce ahora
la humanidad que en ella ha sido desposada por el Hijo de Dios.
Este doble movimiento de la oración a María ha
encontrado una expresión privilegiada en la oración del Avemaría:
“Dios te salve, María (Alégrate, María)”. El saludo
del ángel Gabriel abre la oración del Avemaría. Es Dios mismo quien por
mediación de su ángel, saluda a María. Nuestra oración se atreve a recoger el
saludo a María con la mirada que Dios ha puesto sobre su humilde esclava y a
alegrarnos con el gozo que Dios encuentra en ella.
“Llena de gracia, el Señor es contigo”: Las dos
palabras del saludo del ángel se aclaran mutuamente. María es la llena de
gracia porque el Señor está con ella. La gracia de la que está colmada es la
presencia de Aquel que es la fuente de toda gracia.
“Bendita tú eres entre todas las mujeres y bendito es
el fruto de tu vientre, Jesús”. Después del saludo del ángel, hacemos nuestro
el de Isabel. Isabel es la primera en la larga serie de las generaciones que
llaman bienaventurada a María: “Bienaventurada la que ha creído...”. María es
“bendita [...] entre todas las mujeres” porque ha creído en el cumplimiento de
la palabra del Señor.
“Santa María, Madre de Dios, ruega por nosotros...”.
Con Isabel, nos maravillamos y decimos: “¿De dónde a mí que la madre de mi
Señor venga a mí?”. Porque nos da a Jesús su hijo, María es Madre de Dios y
Madre nuestra; podemos confiarle todos nuestros cuidados y nuestras peticiones.
Confiándonos a su oración, nos abandonamos con ella en la voluntad de Dios:
“Hágase tu voluntad”.
“Ruega por nosotros, pecadores, ahora y en la hora de
nuestra muerte”. Pidiendo a María que ruegue por nosotros, nos reconocemos
pecadores y nos dirigimos a la “Madre de la Misericordia”, a la Toda Santa. Nos
ponemos en sus manos “ahora”, en el hoy de nuestras vidas. Y nuestra confianza
se ensancha para entregarle desde ahora, “la hora de nuestra muerte”. Que esté
presente en esa hora, como estuvo en la muerte en Cruz de su Hijo, y que en la
hora de nuestro tránsito nos acoja como Madre nuestra para conducirnos a su
Hijo Jesús, al Paraíso.
3. ¿Cómo se reza el Rosario?
El Rosario se inicia con la señal de la
Cruz. Posteriormente se anuncian cada uno de los cinco misterios que se
contemplan ese día. Los lunes y sábados se contemplan los misterios gozosos;
los martes y viernes, los dolorosos; los jueves, los luminosos; y los miércoles
y domingos, los gloriosos. Cada misterio se compone de un Padrenuestro, diez
Avemarías y un Gloria. Cuando se han rezado los cinco misterios, se rezan las
letanías de la Virgen, oraciones de alabanza a nuestra Madre. Según las
tradiciones de distintos lugares, a esta estructura básica para rezar el
Rosario se añaden algunas jaculatorias y oraciones que expresan la riqueza de
la piedad popular.
4. ¿Por qué se aconseja rezar el
Rosario?
El Rosario de la Virgen María es una oración
aconsejada por el Magisterio de la Iglesia Católica; en la sobriedad de sus
elementos, tiene en sí la profundidad de todo el mensaje evangélico, del cual
puede decirse que es un resumen. Además, la misma Virgen María, cuando se ha
aparecido en la Tierra, ha animado a rezar esta oración. El 13 de mayo de 1917,
en su primera aparición en Fátima, María dijo: “Rezad el Rosario todos los días
para alcanzar la paz del mundo y el fin de la guerra” y en su última aparición
en ese lugar la Madre de Dios se presentó como la “Señora del Rosario”.
La Iglesia cree que la Santísima Madre de Dios
continua en el Cielo ejerciendo su oficio materno, por eso es natural que los
cristianos acudan a Ella para pedirle sus necesidades y confiarle sus
preocupaciones.
Numerosos papas han atribuido gran
importancia a esta oración: León XIII promulgó
la encíclica Supremi Apostolatus Officio, un documento de gran
entidad, la primera de sus muchas declaraciones sobre esta oración, en la que
propone el Rosario como arma espiritual efectiva contra los males que afligen a
la sociedad. San Juan Pablo II escribió una carta el 16 de octubre de 2002
llamada Rosarium
Virginis Mariae, con la que convocaba un Año del
Rosario y en la que comentaba la belleza de esta plegaria, que ayuda a
“contemplar a Cristo con María”.
Santo Rosario
V. Señor, abre tú mis labios, R. Y mi boca proclamará
tu alabanza.
V. ¡Señor, ven en mi ayuda!, R. Y apresúrate a
socorrerme.
V. Gloria al Padre... R. Como era...
Misterios del Santo Rosario
Misterios Gozosos (Lunes y Sábados)
La Encarnación del Hijo de Dios (Lucas 1:26-38).
La Visitación de Nuestra Señora a su prima Santa
Isabel (Lucas 1:39-53).
El Nacimiento del Hijo de Dios en Belén (Lucas
2:6-19).
La Purificación de Nuestra Señora (Lucas 2:22-40).
El Niño perdido y hallado en el Templo (Lucas
2:41-52).
Misterios Luminosos (Jueves)
El Bautismo en el Jordán (Mateo 3, 17 y par.).
La autorrevelación de Jesús en las bodas de Caná (Juan
2, 1-12).
El anuncio del Reino de Dios invitando a la conversión
(Marcos 1, 15).
La Transfiguración (Lucas 9, 35 y par.).
La institución de la Eucaristía (Juan 13, 1).
Misterios Dolorosos (Martes y Viernes)
La Oración del Huerto (Mateo 26:36-41).
La Flagelación del Señor (Juan 18:36-38; 19:1).
La Coronación de espinas (Marcos 15:14-17; Mateo
27:24-30).
La Cruz a cuestas (Juan 19:17; Lucas 9:23).
Jesús muere en la Cruz (Juan 19:25-30).
Misterios Gloriosos (Miércoles y
Domingos)
La Resurrección del Señor (Marcos 16:6-8).
La Ascensión del Señor (Mateo 28:18-20; Hechos
1:9-11).
La Venida del Espíritu Santo (Hechos 2:1-4).
La Asunción de Nuestra Señora (Cantar 2:3-6,10).
La Coronación de María Santísima (Cantar 6:10; Lucas
1:51-54).
Después de cada misterio se puede rezar una de las
siguientes intercesiones: Ave María purísima, sin pecado concebida.
O, también: ¡Oh Jesús, perdónanos nuestros pecados,
sálvanos del fuego del infierno y guía todas las almas al Cielo, especialmente
aquellos que necesitan más de tu misericordia!
Al terminar los cinco misterios, se puede rezar:
Dios te salve, María, Hija de Dios Padre, llena eres…
Dios te salve, María, Madre de Dios Hijo, llenas eres…
Dios te salve, María, Esposa de Dios Espíritu Santo,
llena eres…
Bajo tu protección: Bajo tu protección nos acogemos
Santa Madre de Dios; no desprecies las súplicas que te hacemos en nuestras
necesidades; antes bien, líbranos de todos los peligros Virgen gloriosa y
bendita
La Letanía Lauretana
V. Señor, ten piedad. R. Señor, ten piedad
V. Cristo, ten piedad. R. Cristo,
ten piedad
V. Señor, ten piedad. R. Señor, ten piedad
V. Cristo, óyenos. R. Cristo, óyenos
V. Cristo, escúchanos. R. Cristo, escúchanos
V. Dios, Padre celestial. R. Ten misericordia de
nosotros
V. Dios Hijo, Redentor del mundo. R. Ten misericordia
de nosotros
V. Dios Espíritu Santo. R. Ten misericordia de
nosotros
V. Trinidad Santa, un solo Dios. R. Ten misericordia
de nosotros
V. Santa María. R. Ruega por nosotros
Santa Madre de Dios
Santa Virgen de las vírgenes
Madre de Cristo
Madre de la Iglesia
Madre de la divina gracia
Madre purísima
Madre castísima
Madre virginal
Madre sin mancha
Madre inmaculada
Madre amable
Madre del Buen Consejo
Madre del Creador
Madre del Salvador
Virgen prudentísima
Virgen digna de veneración
Virgen digna de alabanza
Virgen poderosa
Virgen clemente
Virgen fiel
Espejo de justicia
Trono de sabiduría
Causa de nuestra alegría
Vaso espiritual
Vaso digno de honor
Vaso insigne de devoción
Rosa mística
Torre de David
Torre de marfil
Casa de oro
Arca de la alianza
Puerta del cielo
Estrella de la mañana
Salud de los enfermos
Refugio de los pecadores
Consuelo de los afligidos
Auxilio de los cristianos
Reina de los Ángeles
Reina de los Patriarcas
Reina de los Profetas
Reina de los Apóstoles
Reina de los Mártires
Reina de los Confesores
Reina de las Vírgenes
Reina de todos los Santos
Reina concebida sin pecado original
Reina elevada al cielo
Reina del Santísimo Rosario
Reina de la familia
Reina de la paz
V. Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo.
R. Perdónanos, Señor
V. Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo.
R. Escúchanos, Señor
V. Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo.
R. Ten misericordia de nosotros
V. Ruega por nosotros, Santa Madre de Dios. R. Para
que seamos dignos de alcanzar las promesas de nuestro Señor Jesucristo.
Oremos: Te suplicamos, Señor, que derrames tu gracia
en nuestras almas para que los que, por el anuncio del Ángel, hemos conocido la
Encarnación de tu Hijo Jesucristo, por su Pasión y Cruz, seamos llevados a la
gloria de su Resurrección. Por el mismo Jesucristo nuestro Señor. R. Amén.
Las siguientes oraciones pueden ser añadidas después
de la letanía:
Por las necesidades de la Iglesia y del Estado:
Padrenuestro. Avemaría. Gloria.
Por la persona e intenciones del Sr. (Arz) Obispo de
esta diócesis: Padrenuestro. Avemaría. Gloria.
Por las benditas almas del Purgatorio: Padrenuestro.
Avemaría. Descansen en paz. Amén.
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