Sábado santo de la sepultura del Señor
Durante el Sábado Santo la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor,
meditando su Pasión y Muerte, su descenso a los infiernos y esperando en la
oración y el ayuno su Resurrección.
Hoy es día de silencio y de espera.
Jesús, que compartió toda experiencia humana, pasa por la experiencia de la
muerte. Con esperanza estamos junto al sepulcro, confiando en que la muerte no
tendrá la última palabra. Ninguna celebración se realiza en este día. Será
recién por la noche, entre el sábado y el domingo, la que nos permitirá
celebrar el retorno de Jesús a la vida.
Durante el Sábado Santo, la
Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor, meditando su Pasión y su
Muerte, y se abstiene de celebrar el sacrificio de la Misa, manteniendo el
altar sin manteles hasta que, después de la solemne Vigilia o espera nocturna
de la Resurrección, dé lugar a la alegría pascual cuya plenitud extenderá
a lo largo de cincuenta días hasta Pentecostés.
La piedad
popular no puede permanecer ajena al carácter particular del Sábado Santo; así
pues, las costumbres y las tradiciones festivas vinculadas a este día, en el
que durante una época se anticipaba la celebración pascual, se deben reservar
para la noche y el día de Pascua.
Directorio
sobre la Piedad popular y la Liturgia, n. 146
La Iglesia se
abstiene del sacrificio de la misa, quedando por ello desnudo el altar hasta
que, después de la solmene Vigilia o expectación nocturna de la resurrección,
se inauguren los gozos de la Pascua, cuya exuberancia inundará los cincuenta
días pascuales.
La Iglesia acompaña a María en su dolor.
La Iglesia acompaña a María en su dolor.
El recuerdo
de la Virgen de los Dolores
Dada su
importancia doctrinal y pastoral, se recomienda no descuidar el "recuerdo
de los dolores de la Santísima Virgen María". La piedad popular, siguiendo
el relato evangélico, ha destacado la asociación de la Madre a la Pasión
salvadora del Hijo (cfr. Jn 19,25-27; Lc 2,34ss) y ha dado lugar a diversos
ejercicios de piedad entre los que se deben recordar:
- el Planctus Mariae, expresión intensa de dolor, que con frecuencia contiene elementos de gran valor literario y musical, en el que la Virgen llora no sólo la muerte del Hijo, inocente y santo, su bien sumo, sino también la pérdida de su pueblo y el pecado de la humanidad.
- la "Hora de la Dolorosa", en la que los fieles, con expresiones de conmovedora devoción, "hacen compañía" a la Madre del Señor, que se ha quedado sola y sumergida en un profundo dolor, después de la muerte de su único Hijo; al contemplar a la Virgen con el Hijo entre sus brazos – la Piedad – comprenden que en María se concentra el dolor del universo por la muerte de Cristo; en ella ven la personificación de todas las madres que, a lo largo de la historia, han llorado la muerte de un hijo. Este ejercicio de piedad, que en algunos lugares de América Latina se denomina "El pésame", no se debe limitar a expresar el sentimiento humano ante una madre desolada, sino que, desde la fe en la Resurrección, debe ayudar a comprender la grandeza del amor redentor de Cristo y la participación en el mismo de su Madre.
Directorio
sobre la Piedad popular y la Liturgia, n. 145
La "Hora
de la Madre"
En María,
conforme a la enseñanza de la tradición, está como concentrado todo el cuerpo
de la Iglesia: ella es la "credentium collectio universa". Por esto
la Virgen María, que permanece junto al sepulcro de su Hijo, tal como la
representa la tradición eclesial, es imagen de la Iglesia Virgen que vela junto
a la tumba de su Esposo, en espera de celebrar su Resurrección.
En esta intuición de la relación entre María y la Iglesia se inspira el ejercicio de piedad de la Hora de la Madre: mientras el cuerpo del Hijo reposa en el sepulcro y su alma desciende a los infiernos para anunciar a sus antepasados la inminente liberación de la región de las tinieblas, la Virgen, anticipando y representando a la Iglesia, espera llena de fe la victoria del Hijo sobre la muerte.
En esta intuición de la relación entre María y la Iglesia se inspira el ejercicio de piedad de la Hora de la Madre: mientras el cuerpo del Hijo reposa en el sepulcro y su alma desciende a los infiernos para anunciar a sus antepasados la inminente liberación de la región de las tinieblas, la Virgen, anticipando y representando a la Iglesia, espera llena de fe la victoria del Hijo sobre la muerte.
Directorio
sobre la Piedad popular y la Liturgia, n. 147
“Tomaron entonces el cuerpo de Jesús y lo envolvieron con vendas, agregándole la mezcla de perfumes, según la costumbre de sepultar que tienen los judíos. En el lugar donde lo crucificaron había una huerta y en ella, una tumba nueva, en la que todavía nadie había sido sepultado. Como era para los judíos el día de la Preparación y el sepulcro estaba cerca, pusieron allí a Jesús” ( Jn 19, 40-42)
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