Mañana jueves, 20 de abril, a las 19:00h, en el Templo de Ntra. Sra. de la Merced, se vuelven a retomar los Jueves Eucarísticos, donde durante una hora aproximadamente estamos adorando al Santísimo Sacramento del Altar, un momento íntimo que cada uno de nuestros fieles como cada jueves acude para tener ese encuentro especial con Él.
A las 20:00h, como todos los Jueves Eucarísticos se ofrecerá la Santa
Eucaristía, la cual estará presidida por nuestro párroco, Rvdo. Sr. D.
José Manuel Martínez Rosique, por los sacerdotes difuntos,
especialmente por los que han servido en el pueblo de Calasparra, pero
este jueves también tendremos muy presentes a los dos últimos sacerdotes
diócesanos fallecidos, el 14 de abril nos dejó D. Francisco Hellín
Rosilla y el 15 de abril D. Celestino Ferrer Cantó.
En este Tiempo de Pascua, si cabe, esta Adoración al Santísimo y la celebración de la Eucarístia tiene una mayor importancia y significado, puesto que la Eucaristía es el memorial de la Pascua de Cristo. Para que comprendáis su origen, significado e importancia os vamos a dejar una breve explicación de este sacramento.
Es la Eucaristía el sacramento que hace presente, en la celebración
litúrgica de la Iglesia, la Persona de Jesucristo (todo Cristo: Cuerpo,
Sangre, Alma y Divinidad) y su sacrificio redentor, en la plenitud del
Misterio Pascual de su pasión, muerte y resurrección. El Señor se hace presente con el dinamismo de su amor salvador: en la
Eucaristía Él nos invita a acoger la salvación que nos ofrece y a
recibir el don de su Cuerpo y de su Sangre como alimento de vida eterna,
permitiéndonos entrar en comunión con Él (con su Persona y su
sacrificio) y en comunión con todos los miembros de su Cuerpo Místico
que es la Iglesia.
El Señor anunció la Eucaristía durante su vida pública, en la Sinagoga
de Cafarnaún, ante quienes le habían seguido después de ser testigos del
milagro de la multiplicación de los panes, con el que sació a la
multitud. Jesús aprovechó aquel signo para revelar su identidad y su
misión, y para prometer la Eucaristía: "En verdad, en verdad os digo que
Moisés no os dio el pan del cielo, sino que mi Padre os da el verdadero
pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que ha bajado del cielo y da
la vida al mundo. «Señor, danos siempre de este pan», le dijeron ellos.
Jesús les respondió: Yo soy el pan de vida… Yo soy el pan vivo que ha
bajado del cielo. Si alguno come este pan vivirá eternamente; y
el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo… El que
come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo le resucitaré en
el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es
verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y
yo en él. Igual que el Padre que me envió vive y yo vivo por el Padre,
así, aquel que me come vivirá por mí".
Jesucristo instituyó este sacramento en la Última Cena. Los tres evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) y San Pablo nos han transmitido el relato de la institución. Jesús celebró la Última Cena en el contexto de la Pascua judía,
pero la Cena del Señor posee una novedad absoluta: en el centro no se
encuentra el cordero de la Antigua Pascua, sino Cristo mismo, su Cuerpo
entregado
(ofrecido en sacrificio al Padre, en favor de los hombres)… y su Sangre
derramada por muchos para remisión de los pecados. Podemos pues decir que Jesús, más que celebrar
la Antigua Pascua, anunció y realizó, anticipándola sacramentalmente, la
Nueva Pascua.
El precepto explícito de Jesús: «Haced esto en conmemoración mía [como memorial mío]», evidencia el carácter propiamente institucional de la Última Cena.
«Haced esto». De este modo designó quienes pueden celebrar la Eucaristía
(los Apóstoles y sus sucesores en el sacerdocio), les confió la
potestad de celebrarla y determinó los elementos fundamentales del rito:
los mismos que Él empleó (por tanto en la celebración de la Eucaristía
es necesaria la presencia del pan y del vino, la plegaría de acción de
gracias y de bendición, la consagración de los dones en el Cuerpo y la
Sangre del Señor, la distribución y la comunión con este Santísimo
Sacramento.
«En conmemoración mía [como memorial mío]». De este modo Cristo ordenó a
los Apóstoles (y en ellos a sus sucesores en el sacerdocio), que
celebraran un nuevo “memorial”, que sustituía al de la Antigua Pascua.
Este rito memorial tiene una particular eficacia: no sólo ayuda a
“recordar” a la comunidad creyente el amor redentor de Cristo, sus
palabras y gestos durante la Última Cena, sino que, además, como
sacramento de la Nueva Ley, hace objetivamente presente la realidad
significada: a Cristo, “nuestra Pascua”, y a su sacrificio redentor.
La Iglesia, obediente al mandato del Señor, celebró enseguida la Eucaristía en Jerusalén, en Tróade, en Corinto, y en todos los lugares a donde llegaba el cristianismo.
«Era sobre todo “el primer día de la semana”, es decir, el domingo, el
día de la resurrección de Jesús, cuando los cristianos se reunían para
“partir el pan”. Desde entonces hasta nuestros días la celebración de la
Eucaristía se ha perpetuado, de suerte que hoy la encontramos por todas
partes en la Iglesia, con la misma estructura fundamental».
Por todo ello, mañana os esperamos y sobre todo te espera Cristo para acogeros.
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