Como en años anteriores, los viernes de Cuaresma
celebraremos la Eucaristía de las 19:00 h en el templo de la Merced y al acabar
rezaremos el ejercicio del Vía crucis que los jóvenes de nuestra
parroquia realizarán. Es un momento de oración, contemplación y acogida del
misterio del amor de Dios. Como Jesús, nosotros, ocupados por las tareas del
día, quitamos horas para encontrarnos con el Señor.
Ahora queremos contaros algo sobre el Via Crucis, cuál fue su origen, que significa, las estaciones, así podréis comprenderlo mejor.
Consta de catorce escenas “pasos” o episodios que reciben el nombre de estaciones, por constituir momentos de parada o descanso.
Según una tradición documentada en el siglo V, se nos
presenta la Santísima Virgen recorriendo cada día los sitios donde su Divino
Hijo había sufrido y derramado su sangre; en los lugares señalados se detenía,
evocaba a la vez el recuerdo dulce y amargo, besaba el suelo y oraba.
El origen del Via Crucis se remonta a Jerusalén como
consecuencia natural e inmediata de la Pasión de Cristo. Ciertos lugares de la
Vía Dolorosa (aunque no se llamó así antes del siglo XVI) fueron reverentemente
marcados desde los primeros siglos de la era cristiana. El Camino de la Cruz se
convirtió en la meta de numerosos peregrinos, que acudían a vivir en primera
persona la meditación bíblica, mientras recorrían los verdaderos escenarios de
la Pasión del Señor.
Hasta el siglo X no se suele indicar división en
estaciones y hasta el siglo XIII no se determina el recorrido exacto por el que
caminó por las calles de la ciudad llevando la Cruz. En los siglos XII y XIII
comienza a hablarse de escenas o estaciones. Varios autores (Riccoldo, Sanuto,
Pipin, etc.) proponen algunas de ellas. Las primeras que toman cuerpo son las
del Pretorio o Ecce homo, el consuelo de las mujeres piadosas o Nolite flere, el
encuentro con su Madre o Pasmo de la Virgen y la del Cirineo. Algunos
sustituyen el encuentro con la Virgen por un episodio donde Jesús descansó,
correspondiente a alguna de las tres caídas.
Juan Palomer (1422) cita cinco estaciones, que nombra
en sentido inverso, desde el Calvario a la casa de Pilato: un descanso del
Señor al pie de cerro, el Cirineo, el encuentro con las mujeres piadosas, el
encuentro con la Virgen y el Pretorio. Pocos años después Jacobo de Verona y
Jorge de Nuremberg añaden el episodio de la Verónica. A mediados del siglo XV
las paradas del recorrido de los peregrinos son ya catorce y se empieza a
llamarlas estaciones.
Felix Fabri añade en 1480 el episodio de la puerta
judiciaria (la segunda caída), y divide el lugar del Calvario, considerado en
conjunto hasta ese momento, en las cinco últimas estaciones, cada una con su
propio lugar de oración y diferenciada de las demás (desnudado, clavado,
levantada la cruz, el desconsuelo de la Virgen y el Santo Sepulcro).
Pero no todos los creyentes podían ir a Jerusalén a
seguir los pasos de la Pasión de Cristo in situ. Esta tradición, que comenzó a
extenderse en el siglo IV, en la época del emperador Constantino, encontró
pronto algunos problemas prácticos: El primero, las serias dificultades que la
distancia y las difíciles comunicaciones ponían a los peregrinos; el segundo,
las invasiones musulmanas que dominaron esta tierra.
Por tal motivo, a partir del siglo VII, se pasó a
establecer las estaciones para el Vía Crucis en diversos santuarios de Europa
y, más tarde, en determinados lugares de cada diócesis particular, con el
objetivo de acercar más este ejercicio de piedad al pueblo cristiano. Desde el
siglo XII los peregrinos escriben sobre la “Vía Sacra”, como una ruta por la
que pasaban recordando la Pasión.
No sabemos cuándo surgieron las Estaciones según las
conocemos hoy, ni cuándo se les comenzó a conceder indulgencias pero
probablemente fueron los Franciscanos los primeros en establecer el Vía Crucis
ya que a ellos se les concedió en 1342 la custodia de los lugares más preciados
de Tierra Santa.
Tampoco está claro en qué dirección se recorrían ya
que, según parece, hasta el siglo XV muchos lo hacían comenzando en el Monte
Calvario y retrocediendo hasta la casa de Pilato.
Lo que más popularizó el Vía Crucis fuera de Jerusalén
fue la peregrinación de Martín Ketzel, a finales del siglo XV. Quedó tan
impresionado que a su regresó encargó al escultor Adam Kraft siete grandes
monumentos que reprodujeran siete monumentos del Vía Crucis: encuentro con
María, el Cirineo, el encuentro con las mujeres piadosas, la Verónica, una
caída de Jesús extenuado, la Crucifixión, el Descendimiento y Jesús difunto en
los brazos de su Madre. Estas esculturas, llamadas popularmente caídas se hicieron
enormemente famosas y fueron copiadas en muchas ciudades europeas. Al principio
no se colocaban en los templo sino en la vías y lugares públicos.
En el siglo XV y XVI se erigieron Estaciones en
diferentes partes de Europa. El Beato Álvarez (m. 1420), que en su regreso de
Tierra Santa, construyó una serie de pequeñas capillas en el convento dominico
de Córdoba en las que se pintaron las principales escenas de la Pasión en forma
de estaciones. Por la misma época, la Beata Eustochia, clarisa, construyó Estaciones
similares en su convento en Messina. Sin embargo, la primera vez que se conoce
el uso de la palabra “Estaciones” siendo utilizada en el sentido actual del Vía
Crucis se encuentra en la narración del peregrino inglés Guillermo Wey sobre
sus visitas a la Tierra Santa en 1458 y en 1462. Wey ya menciona catorce
estaciones, pero cinco de ellas corresponden a las que se usan hoy día,
mientras que siete sólo remotamente se refieren a la Pasión.
Las Estaciones tal como las conocemos hoy fueron
aparentemente influenciadas por el libro “Jerusalén sicut Christi tempore
floruit” escrito por un tal Adrichomius en 1584. En este libro el Vía Crucis
tiene doce estaciones y éstas corresponden exactamente a nuestras primeras
doce.
Comprendiendo la dificultad de peregrinar a la Tierra
Santa, el papa Inocencio XI en 1686 concedió a los franciscanos el derecho de
erigir Estaciones en sus iglesias y declaró que todas las indulgencias
anteriormente obtenidas por devotamente visitar los lugares de la Pasión del
Señor en Tierra Santa las podían en adelante ganar los franciscanos y otros
afiliados a la orden haciendo las Estaciones de la Cruz en sus propias iglesias
según la forma acostumbrada. Inocente XII confirmó este privilegio en 1694 y
Benedicto XIII en 1726 lo extendió a todos los fieles. En 1731 Clemente XII lo
extendió aún más permitiendo las indulgencias en todas las iglesias siempre que
las Estaciones fueran erigidas por un padre franciscano con la sanción del
ordinario (obispo local). Al mismo tiempo definitivamente fijó en catorce el
número de Estaciones. Benedicto XIV en 1742 exhortó a todos los sacerdotes a
enriquecer sus iglesias con el rico tesoro de las Estaciones de la Cruz.
En 1857 los obispos de Inglaterra recibieron
facultades de la Santa Sede para erigir ellos mismos las Estaciones con
indulgencias cuando no hubiesen franciscanos. En 1862 se quitó esta última
restricción y los obispos obtuvieron permiso para erigir las Estaciones ya sea
personalmente o por delegación siempre que fuese dentro de su diócesis.
El total son 14 estaciones de la cruz que componen el Vía Crucis y son las siguientes:
1. Jesús es condenado a muerte.
2. Jesús carga con la cruz.
3. Jesús cae por primera vez.
4. Jesús encuentra a su Santísima Madre.
5. Simón el Cirineo le ayuda a llevar la cruz.
6. La Verónica limpia el rostro de Jesús.
7. Jesús cae por segunda vez.
8. Las mujeres de Jerusalén lloran por Jesús.
9. Jesús cae por tercera vez
10.Jesús es despojado de sus vestiduras.
11.Jesús es clavado en la cruz.
12.Jesús muere en la cruz.
13.El cuerpo de Jesús es bajado de la cruz.
14.El cuerpo de Jesús es colocado en el sepulcro.
Desde aquí animaros a venir todos los viernes al Via Crucis, que realizarán este año los jóvenes de la parroquia, por el interior de la Iglesia de la Merced, excepto el día 4 de Marzo, que debido a la celebración del Besapies a Ntro. Padre Jesús y la Misa se celebrará ese día en el Templo Parroquial de San Pedro Apóstol, pues el Vía Crucis también se hará en dicho templo.