Jornada Mundial de la Vida Consagrada
“La vida consagrada con María, esperanza de un mundo sufriente” es el lema de la Jornada Mundial de la Vida Consagrada que se celebrará el 2 de febrero de 2020, fiesta de la Presentación del Señor en el templo. El secretariado de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada ha hecho públicos los materiales para esta Jornada.
Entre ellos, el mensaje de los obispos de esta Comisión que recuerdan que «también hoy nuestra Madre desde el Cielo continúa alentando nuestra esperanza; y los consagrados participan de esta misión de llevar esperanza a un mundo sufriente»(…).
El Catecismo católica de la Iglesia que «la esperanza corresponde al anhelo de felicidad puesto por Dios en el corazón de todo hombre; asume las
esperanzas que inspiran las actividades de los hombres; las purifica para
ordenarlas al Reino de los cielos; protege del desaliento; sostiene en todo
desfallecimiento; dilata el corazón en la espera de la bienaventuranza eterna. El impulso de la esperanza preserva del egoísmo y conduce a la dicha de
la caridad» (n. 1818).
Así, también hoy nuestra Madre desde el Cielo continúa alentando nuestra
esperanza; y los consagrados participan de esta misión de llevar esperanza a
un mundo sufriente:
− María acudió rápidamente a ayudar a su anciana prima Isabel en los últimos meses de su embarazo.
Con Ella, miles de personas consagradas
en todo el mundo atienden a madres con dificultades, luchan por la vida
del no nacido, cuidan a ancianos abandonados, a enfermos y a personas
vulnerables.
− María cuidó y educó a Jesús. Con Ella, los consagrados se dedican con
mucha frecuencia al servicio de la educación de niños y jóvenes.
− María estuvo al lado de su Hijo en su Pasión y muerte en la cruz. Con Ella,
son muchos los consagrados que están cerca de los encarcelados, de los
que sufren violencia, persecución o explotación.
− Tras la muerte de Jesús, María acompañó y consoló a los Apóstoles, alentando la esperanza en la Resurrección y en la venida del Espíritu Santo.
Con Ella, las personas consagradas llevan aliento y consuelo a quienes
sufren tristeza, incomprensión, rechazo, angustias, desesperación.
− Pero, sobre todo, María, y con Ella las personas consagradas, son fuente de esperanza en todas esas situaciones porque entregan al mundo a
Jesucristo, es decir, a Aquel que vino a dar sentido al sufrimiento y a la
muerte, porque es Aquel que venció el pecado, origen de todos los males
que sufre la humanidad.
María y las almas consagradas anuncian que el mal no tiene la última palabra, porque el Bien –Dios– es más fuerte; que en el reino de los Cielos «ya no
habrá muerte, ni duelo, ni llanto ni dolor» (Ap 21, 4), porque no habrá pecado; y que debemos anticipar ese Reino ya en este mundo, mediante nuestras
obras buenas, y nuestra caridad, fe y esperanza. Solo así seremos para los
demás «estrellas de esperanza», como nos enseñó Benedicto XVI.
Señor, tú has querido que la Virgen María brille en tu Iglesia como señal de esperanza segura; concede a cuantos sufren encontrar en ella aliento y consuelo, y concede a cuantos has consagrado con la unción espiritual que, encendida siempre la lámpara de la fe y de la caridad, se asocien a la Madre de la santa esperanza, te sirvan sin desfallecer a ti y a tu pueblo, y su testimonio de vida evangélica y de amor fraterno anime a los que desesperan de la salvación con una nueva esperanza.
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