Jornada de la Sagrada Familia 2019
Horario de Misas
Durante la misa del sábado renovarán el sacramento del matrimonio las parejas que celebran sus 25 y 50 años en este 2019.
«La familia, escuela y camino de santidad» es el lema de la Jornada de la Sagrada Familia 2019 que se celebra el sábado 28 y domingo 29 de diciembre. La Subcomisión Episcopal para la Familia y la Defensa de la Vida, dentro de la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar, ha editado los materiales para preparar esta Jornada.
Los obispos de la Subcomisión firman un nota en la que recuerdan que «la vida familiar cotidiana y concreta, con su increíble riqueza y variedad, ha de ser el contenido real de esa santidad a la que estamos llamados. No podemos esperar un camino de santidad al margen de las exigencias y responsabilidades cotidianas de la vida familiar práctica, mezclada además con el complicado entramado de obligaciones, intereses y condicionantes que nos vienen del mundo profesional, económico, cultural y educativo. En ese camino concreto hemos de embarcarnos. Se habrá de ir llenando de acogida, de esfuerzo y entrega, de donación generosa, de trabajo y servicio generoso para poder así recorrer el camino de las Bienaventuranzas».
«La familia, escuela y camino de santidad»
28 y 29 de diciembre de 2019
28 y 29 de diciembre de 2019
Queridos hermanos y hermanas:
La carta del apóstol san Pablo que se proclama en la liturgia del día de la Sagrada Familia nos
recuerda: «Como elegidos de Dios, santos y amados, revestíos de compasión entrañable,
bondad, humildad, mansedumbre, paciencia. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo. Y por
encima de todo esto, el amor, que es el vínculo de la unidad perfecta» (Col 3, 12-14).
El horizonte del matrimonio y de la familia es la totalidad del amor de Cristo, y por eso se puede
decir que el matrimonio y la familia están llamados en Cristo a la santidad. El rico magisterio
familiar se ha referido en muchas ocasiones a esta cuestión.
El papa Francisco ha querido volver a presentar este horizonte de la santidad como meta de nuestras vidas en su exhortación Gaudete et exsultate (GE). En ella recuerda, con fuerza y entusiasmo,
en la misma estela de la llamada a la misión de su primera encíclica Evangelii gaudium, que todos
estamos llamados a la santidad y que esta santidad es, en verdad, el nombre de nuestra misión
(GE, n. 19; cf. Amoris laetitia, n. 121).
La misión de la familia es, pues, una misión de santidad y una llamada a amarnos en la radicalidad y totalidad del amor de Cristo a su Iglesia. Aunque Gaudete et exsultate no se refiere específicamente a la familia, está repleta de referencias y ejemplos familiares que nos hablan de la
santidad de la familia: nuestra propia madre o abuela se encontrarían entre esa «ingente nube de
testigos» (Heb 12, 1) que, «en medio de imperfecciones y caídas, siguieron adelante y agradaron
al Señor» (GE, n. 3).
Asimismo, los «padres que crían con tanto amor a los hijos» (GE, n. 7) o
los que trabajan para llevar el pan a sus casas son muestras de esa «santidad del Pueblo de Dios
paciente» (ibíd.). Tantas familias pueden ser esos «santos de la puerta de al lado» con los que nos
cruzamos habitualmente en nuestra vida cotidiana. También se refiere el papa a los «muchos
matrimonios santos, donde cada uno fue un instrumento de Cristo para la santificación de su
cónyuge» (GE, n. 141; cf. también GE, n. 14).
Por fin, cuando Francisco se refiere a la condición
comunitaria de la santidad en esa maravillosa descripción de las notas de la santidad en el mundo actual (cf. todo el capítulo IV de Gaudete et exsultate), propone el modelo de la «comunidad
santa que formaron Jesús, María y José», de la que dice que reflejó «de manera paradigmática la
belleza de la comunión trinitaria» (GE, n. 143).
La familia está, pues, llamada a esa perfección de la comunión de amor que se vive en la Trinidad,
en un camino progresivo que conduce el amor conyugal a las cimas más altas de la caridad.
El camino de la santidad matrimonial se expresó de modo magistral en la exhortación postsinodal Amoris laetitia. En ella se propone una via caritatis que discurre por el camino de las virtudes
recogido en el himno a la caridad de san Pablo en su primera carta a los Corintios (el amor es
paciente, servicial, no envidioso, humilde, amable, desprendido… [cf. AL, nn. 89ss]), hasta «dar
paso a la caridad conyugal» (AL, n. 120), el amor santificado por la gracia del sacramento que
nos hace capaces de amar como Cristo nos amó, alcanzando la plenitud a la que está ordenado
interiormente el amor conyugal (ibíd.).
Efectivamente, el camino de la santidad ha de ser un camino propio, único y diferente para cada
uno (GE, n. 11), que cada cual ha de discernir particularmente (GE, n. 166), y que se debe contemplar en unidad y con visión de conjunto, para hacer justicia a la singularidad de sus momentos, algunos tan inciertos y complejos (GE, n. 22).
Este camino tiene etapas y exigencias diversas,
y habrá de acoger con esperanza y espíritu de combate todas las posibles situaciones y vicisitudes
que pueden darse en el itinerario de nuestra vida.
Este realismo y concreción de la santidad es muy apropiado para la consideración de la santidad
en la familia. La vida familiar cotidiana y concreta, con su increíble riqueza y variedad, ha de ser
el contenido real de esa santidad a la que estamos llamados. No podemos esperar un camino de
santidad al margen de las exigencias y responsabilidades cotidianas de la vida familiar práctica,
mezclada además con el complicado entramado de obligaciones, intereses y condicionantes que
nos vienen del mundo profesional, económico, cultural y educativo. En ese camino concreto hemos de embarcarnos. Se habrá de ir llenando de acogida, de esfuerzo y entrega, de donación generosa, de trabajo y servicio generoso para poder así recorrer el camino de las Bienaventuranzas.
Y para ello debemos saber en qué tipo de riqueza está puesta la seguridad de nuestra familia, y
revisar en qué medida buscamos una vivencia verdadera, en comunión espiritual y de vida con
los más pobres (también con las familias más pobres).
Debemos pedir y practicar en lo posible
la mansedumbre y humildad en el trato cotidiano y en toda circunstancia. Debemos comprometernos, de alguna manera, como familia, con aquellos que lloran y esperan nuestra solidaridad y
acogida caritativa familiar. Debemos crecer en justicia y, sobre todo, en misericordia, virtud central que, en la familia, se traduce en búsqueda de comprensión, en atención generosa, en perdón
permanente y en consideración amorosa de todos. Debemos mantener encendido el corazón en
el fuego del amor verdadero, buscando la verdad y la purificación de nuestras relaciones, para no
permitir que penetre entre nosotros nada que debilite o ponga en situación de riesgo nuestros
hogares (cf. GE, n. 83).
La consideración, respeto y acogida del diferente, la comprensión de las
situaciones, la aceptación del sufrimiento son rasgos de la familia que vive la Bienaventuranza
de la paz y que «acepta cada día el camino del Evangelio, aunque nos traiga problemas» (GE, n.
94). ¡Cuánto podemos ganar de la contemplación y la oración en nuestras familias acerca de este
itinerario de santidad familiar que son las Bienaventuranzas!
El influjo de la santidad del matrimonio es un auténtico faro para muchas familias (cf. AL, n.
291), se extiende sobre muchas personas y de este modo se convierte en una ciudad encendida en
lo alto del monte que no se puede ocultar y que ilumina el mundo con su luz (Mt 5, 14).
Contemplamos hoy la luz y el calor que brotan del Hogar de Nazaret. Jesús, María y José, en
vosotros contemplamos el esplendor del verdadero amor, a vosotros, confiados, nos dirigimos.
Santa Familia de Nazaret, haz también de nuestras familias lugar de comunión y cenáculo de
oración, auténticas escuelas del Evangelio y pequeñas Iglesias domésticas. Jesús, María y José,
cuidad de nuestras familias.
Con gran afecto.
✠ Mons. Mario Iceta Gavicagogeascoa,
Obispo de Bilbao, presidente de la Subcomisión
✠ Mons. Francisco Gil Hellín
Arzobispo emérito de Burgos
✠ Mons. Juan Antonio Reig Plà
Obispo de Alcalá de Henares
✠ Mons. José Mazuelos Pérez
Obispo de Jerez de la Frontera
✠ Mons. Juan Antonio Aznárez Cobo
Obispo auxiliar de Pamplona y Tudela
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